martes, 22 de enero de 2013

COLUMNA CRÓNICA SERO. Ruinas*


oaquín Hurtado
Joaquín Hurtado, escritor y columnista de Letra S
México DFenero 14 de 2013.
Urge levantar el tiradero en el Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH/sida (Censida). La tarea de reconstrucción debe comenzar de inmediato para evitar un desastre mayúsculo en el combate al VIH/sida. Una arrogante y frívola gestión de la dirección saliente arroja saldos negativos en la tasa de mortalidad y en la aparición de nuevas infecciones.
 
El suministro de antirretrovirales, reactivos para medir cargas virales, condones y lubricantes es letra muerta en los Consejos Estatales para la Prevención del Sida y en los Centros Ambulatorios de Prevención y Atención en Sida e Infecciones de Transmisión Sexual de muchas localidades del país.
 
Es fundamental restablecer la participación de los actores sociales. Hay que erradicar el manejo discrecional, convenenciero y revanchista de los fondos destinados a las organizaciones civiles. No más repartidores de condones como única forma de “intervención comunitaria” en el campo de la prevención. Es vergonzoso que a la sociedad civil organizada se le utilice como mano de obra barata.
 
Nunca en la historia de la lucha contra el sida en México se observó semejante desmantelamiento de este sector. Si el virus mata a las voces propositivas y contestatarias, el Censida los remata fomentando reyertas intestinas en la competencia por los exiguos apoyos.
 
Es necesario revitalizar el espacio simbólico donde los ciudadanos podamos entablar un diálogo con el poder. Diálogo franco, respetuoso, atento de las visiones y nuevos desafíos que trae consigo la dinámica de un virus con implicaciones tan complejas para la sociedad en su conjunto.
 
Hay que revisar con muchísima atención la nefasta práctica de incrustar en la nómina del Censida a miembros de organizaciones civiles bajo el supuesto de pagar cuotas políticas, comadrazgos o por descarados braguetazos entre el reducido mundo de los activistas.
 
Quien vaya a cumplir tareas de interlocución con la demandante república del sida del siglo XXI deberá demostrarlo con altos niveles de formación científica, capacidad negociadora con énfasis en derechos humanos y amplio conocimiento del servicio en el ámbito público. No más conflictos de intereses. El sida es un fenómeno de salud pública bastante delicado como para dejarlo en manos de arribistas inexpertos.
 
La mano hiperactiva del Vaticano sigue muy diligente estableciendo alianzas con los poderes federales y de los estados con el fin de sabotear lo poco que se ha hecho en materia de educación sexual y salud reproductiva.
 
Acuerdos políticos del Partido Revolucionario Institucional, que está de regreso en el poder, han congelado -si no es que despedazado- los marcos legales que garantizan los derechos sexuales y reproductivos de las y los jóvenes. Se han infligido duros reveses en el tema del aborto en casos de peligro para la vida de las mujeres más pobres. Los crímenes de odio se avizoran como horizonte en forma de limpieza moral.
 
Todo apunta para que éste sea un sexenio en el cual se endurezcan la homofobia, la misoginia y el combate a los espacios ganados por las minorías sexuales. Quisiera equivocarme en este apresurado pronóstico, sin embrago ahí están los archivos de la prensa mexicana para ilustrar mi pesimismo.
 
Tendremos muchísimo trabajo para defender lo ganado, fundar nuevas y robustas estructuras de libertades civiles y, ahora sí, reapropiarnos de esos territorios del amor y el erotismo amenazados por el sida y por la ineptitud y mezquindad de nuestros funcionarios públicos.
 
*Publicado en el número 198 del Suplemento Letra S del periódico La Jornada el jueves 3 de enero de 2013
 
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