sábado, 23 de julio de 2011

“¡Hola, soy Angie, la chica de mis sueños!” Parte 1

  • Entrevista con Angie Rueda Castillo, mujer transgénero
  • “Nunca usé la ropa de mi mamá ni las de mis hermanas, mi transexualidad fue tardía”, comparte
  • Guillermo Montalvo Fuentes
    Foto: Guillermo Montalvo Fuentes
    México DF, julio 20 de 2011.
    Ella nunca usó la ropa de su mamá ni de su hermana, tampoco de las dos esposas con las que se casó. Nunca le dijeron puto en la escuela, y ni una sola vez maricón. En entrevista con NotieSe, Angie comparte que es una mujer transexual “tardía”, padre de dos hijos adolescentes, socióloga, activista y escritora, pero por encima de todas las cosas, ella es Angie, la mujer que siempre quiso tener a su lado, lo mejor que ha hecho en la vida, Angie, la chica de sus sueños.
    Arqueología de una transexualidad
    El gris de las nubes que no dejan de escurrir le ha dado más horas al día. Apenas son las cuatro de la tarde y pareciera que en cualquier momento llegará la noche. En la librería son pocas las personas. Angie espera sentada, paciente, con esa cabellera rubia platinada cayendo sobre su vestido negro. Tras una breve presentación oficial la cinta de la grabadora comienza a correr, igual que los recuerdos por su memoria.
    Originaria del Distrito Federal, Angie Rueda Castillo nació en el seno de una familia clasemediera, católica y conservadora. A pesar de esto la relación con sus padres, hermanos y abuelos maternos era buena. “Lo mejor de mi familia es el amor y la unidad, aunque hoy son cosas que están sujetas a prueba”
    Sus primeros años como estudiante los pasó en el Colegio Franco Español, institución sólo para varones donde cursó la primaria, secundaria y preparatoria. Entonces no era un chico afeminado, era simplemente un nerd: serio, tranquilo, muy estudioso; sus amigos nunca le dijeron mariquita, pero sí lo veían como el raro, el que era malo para los deportes, las relaciones con las chicas y las prácticas que los hombres hacen con mucha habilidad. En casa, con su familia, sucedía algo parecido: él era el varón, hijo bueno, responsable, quien haría que sus padres se sintieran orgullosos, el que tomaría en algún momento el lugar del papá. “De mi hermano mayor no se esperaba lo mismo porque él era el rebelde, el contestatario, así que yo cargué con esta responsabilidad por muchos años, la cual me pesó bastante, y todavía me sigue pesando”.
    No obstante que nadie puso en tela de juicio su orientación sexual o identidad de género durante su infancia, adolescencia y juventud, Angie reconoce que el origen de su condición, lo que ella denomina “la arqueología de su transexualidad”, se encuentra en sus primeros años de vida.
    “Desde los ocho o nueve años he tenido una ensoñación diurna, un recurso de mi mente que, ahora lo sé, utilicé para encapsular mi feminidad. En esta ensoñación yo imaginaba a una adolescente, en un mundo de mujeres, donde prácticamente no había hombres; desde hace mucho tiene el nombre y el físico de Angie, pero siempre llevaba el nombre o la apariencia de la muchacha que me gustaba entonces, fuera una deportista, una actriz o una persona pública. Era una chica que vivía todas las desventuras que una damisela en riesgo vive: huérfana, pobre, sola, abandonada, que dependiendo el día podía ser sorda, ciega, o tener alguna discapacidad motriz”.
    Más de una vez Angie intentó explicarse el por qué de esta ensoñación, una de sus compañeras más fieles, pues nunca la ha abandonado. Sin embargo, la única respuesta que encontraba era que esta ensoñación la compensaba mucho psicológicamente, en sus momentos de ansiedad, ante sus frustraciones y problemas en la vida, sobre todo con las mujeres.
    Un embarazo de ballena
    Siento algo tan profundo que no tiene explicación.
    No hay razón ni lógica en mi corazón.
    Entra en mi vida, te abro la puerta.
    Sé que en tus brazos ya no habrá noches desiertas.
    Entra en mi vida, yo te lo ruego.
    Te comencé por extrañar, pero empecé a necesitarte luego.
    Entra en mi vida. Sin Bandera.
    Las aulas del Colegio Franco Español sólo fueron abandonadas por Angie cuando entró a la Universidad Iberoamericana, donde estudió la licenciatura en Sociología, una maestría con especialidad en Análisis Político y un doctorado en Ciencias Sociales. Fue ahí donde conoció a su primera esposa, una académica con la que se casó “por todas la leyes cuando yo tenía… bueno… ya tenía yo… ya no era joven, según las clasificaciones oficiales”, recuerda Angie entre risas nerviosas.
    Tras cuatro años de relación, el matrimonio se disolvió. Poco después se casó de nuevo, esta vez, con la madre de sus hijos, quienes ahora son adolescentes, uno de 15 años y otra de 13. “Y a los que por cierto hace seis meses que no veo porque su mamá no me lo permite, pues siendo una mujer preparada e inteligente, tiene sus fobias, y una de ellas es a la diversidad sexual”.
    Angie reconoce que fue su segunda esposa la pareja mujer a la que más quiso; sin embargo, esto no impidió que se diera entre ellos una separación violenta luego de 10 años de casados, en la que ella llegó a golpearlo y donde su proceso de transexualidad fue la causa dominante.
    “Yo no sabía, ni la primera ni la segunda vez que me casé, que tenía una condición transexual, tampoco cuando nacieron mis hijos. Yo comienzo a darme cuenta de esta situación cuando ya tenía más de cinco años de casado con mi segunda esposa y ya me había convertido en padre de mis dos hijos”
    Ni la bonanza económica de la que gozaba entonces, ni tampoco su familia, pudieron evitar que Angie atravesara por una fuerte crisis existencial, en la que no estaba de acuerdo con su edad, con su apariencia, con lo que hacía ni con su trabajo -consultor privado en un despacho de análisis político-. Internamente vivía una desolación, un profundo vacío que solamente su lado paterno le ayudaba a sortear. Fue así hasta que descubrió un mundo que la fascinó, la desbordó: el mundo de la femeneinidad.
    Un día, al salir del trabajo, acudió a presenciar uno de los ensayos que el grupo The Queenas, conformado sólo por chicas trans, montaba en el Centro Cultural de la Diversidad Sexual, ubicado todavía en el número 267 de la calle Colima, en la colonia Roma de esta ciudad. Esa tarde la canción que preparaban era la balada romántica Entra en mi vida, del dueto Sin Bandera.
    “Yo escuché la canción y la interpreté como la historia de un hombre que conoce a una chica, de la cual se enamora, pero no tiene tiempo de terminar su anterior relación, porque empieza a sentir que esa chica se mete en su vida y lo conquista. En ese momento yo me di cuenta, con mucha emoción, de que esa chica, para mí, era Angie, que era quien había estado en mi cabeza encapsulada durante tantos años, y que yo, finalmente, era esa mujer”, relata al tiempo que algunas lágrimas recorren sus mejillas.
    A partir de entonces ya no tuvo dudas. Entendió que había estado viviendo toda su vida como un hombre, cuando en realidad, era una mujer. Sin embargo, su proceso ha sido largo, un “embarazo de ballena”; aunque asegura que el descubrimiento de su identidad de género le llegó en el mejor momento, pues ahora tiene ya la madurez emocional y los recursos intelectuales necesarios para enfrentar el hecho, lo que no hubiera podido hacer antes.
    Continuará...

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