Cuando ellos entraron por primera vez a la Escuela para sordos St. John, ubicada en Milwaukee, Wisconsin, Estados Unidos, se sintieron incluso mejor que en casa, rodeados por otros niños, monjas y sacerdotes; “era como estar en el cielo”. Sin embargo, su estancia se tornó pronto en un infierno, luego de los constantes abusos sexuales a los que eran sometidos por el padre Lawrence Murphy, director de esa escuela católica de 1953 a 1974.
Lo anterior es el argumento central de Mea Maxima Culpa. Silencio en la Casa de Dios, un documental dirigido por el estadounidense Alex Gibney, en el que se expone el caso de Lawrence Murphy, sacerdote que abusó sexualmente de 200 niños sordos mientras fue director de la Escuela St John, lo que desencadenó la primera protesta pública en contra de la Iglesia y la evidenció como una institución que comete crímenes y acalla el escándalo.
El documental reúne los testimonios de cuatro hombres sordos que durante su infancia y adolescencia fueron agredidos sexualmente por Murphy, por lo que frente a la cámara y en lenguaje de señas, narran la manera en que el sacerdote se aprovechaba de ellos y cómo es que han intentado superar el hecho a lo largo de los años; pero sobre todo, comparten su lucha para encontrar justicia, la cual los ha llevado a denunciar penalmente al Vaticano, institución que ha “encubierto, solapado y producido” pederastas al interior de la Iglesia católica.
Mea Maxima Culpa también incluye entrevistas y material audiovisual que da cuenta de cómo grandes jerarcas del Vaticano, entre ellos Juan Pablo II y Benedicto XVI, ignoraron y permitieron los abusos sexuales de niños por parte de sacerdotes en todo el mundo, pues si bien el problema se denunció públicamente por primera vez en Estados Unidos, estalló después en países de Europa, y aunque de manera retardada, también en las regiones en vías de desarrollo, como sucedió en México con el sacerdote Marcial Maciel, llamado en el documental “el diablo disfrazado”
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