miércoles, 14 de septiembre de 2011

Reciben juchitecos a la Caravana por la Paz y cuestionan a autoridades locales

Reciben juchitecos a la Caravana por la Paz y cuestionan a autoridades locales

Los migrantes centroamericanos, atrapados en territorio de violencia, afirma Javier Sicilia

Alonso Urrutia
Enviado
Periódico La Jornada
Miércoles 14 de septiembre de 2011, p. 12

Juchitán, Oax., 13 de septiembre. En esta comunidad del Istmo, la Caravana por la Paz fue recibida por la banda filarmónica integrada por adolescentes, el baile de los ancianos y la algarabía de jóvenes maristas que celebraron la búsqueda de la concordia. Sin embargo, no todo era fiesta, mucha gente observó con recelo el arribo de la marcha, por la incertidumbre que provoca la inseguridad, pero pocos se atreven a decirlo. Una mujer murmura, casi en clave: “Ya sabe, los de la última letra…”

No habló más porque quizá ya dijo demasiado. La versión pública de los juchitecos es que todo está tranquilo. La que se reserva, como sugiere otra mujer que se anima a hablar en forma apresurada, es la recurrencia de robos, secuestros y extorsiones que azotan la región.

En esas prácticas, reconoció un funcionario del ayuntamiento, participarían algunas células locales a las que a veces se les liga con Los Zetas.

Palabras de consuelo

Estamos atrapados entre las bandas criminales legales e ilegales, mientras los políticos se prodigan en discursos de autocomplacencia, convirtiendo la transición democrática en una gran simulación, mientras esta guerra sin fin la paga la sociedad con sus dolores, sus miedos y la impunidad, afirmó Javier Sicilia en su mensaje a los juchitecos.

Su llegada a cada pueblo aún es percibida por los pobladores como una especie de consuelo y el poeta habla para mitigar el dolor con la búsqueda de la paz.

En Juchitán, Sicilia no omitió abordar un tema lacerante más allá de Oaxaca: la condición de los migrantes, atrapados en un territorio de violencia en su afán por llegar a Estados Unidos.

La movilización en esta ciudad fue grande, de acuerdo con la valoración de los asistentes. Entre cantos y consignas cruzaron la calle principal rumbo a la plaza del pueblo para escuchar las denuncias de las víctimas y las arengas en favor de la paz.

Entre los juchitecos, algunos vestidos con atuendos regionales, se confundió el contingente en el que marchan hondureños y salvadoreños, que corearon consignas contra las políticas de Felipe Calderón para los trabajadores internacionales.

Corrupción, abusos, impunidad y asesinatos forman parte del escenario de horror en que se ha convertido su tránsito por territorio nacional.

Zamirat acaba de dejar la adolescencia. Estudiante del bachillerato marista de la localidad, a sus 16 años tiene un panorama claro de la marginación de los migrantes. La participación de los bachilleres en apoyo de los jóvenes centroamericanos les ha dejado el conocimiento del difícil andar de quienes emigran de sus países forzados por las circunstancia y enfrentan el sometimiento y la segregación a su paso por Oaxaca.

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Integrantes de la Caravana por la Paz marchan en la ciudad de Tehuantepec, Oaxaca, antes de trasladarse a Juchitán, donde los recibieron con música intepretada por una orquesta sinfónica juvenil y bailablesFoto Xinhua

Zamirat participó en la marcha para recibir a la Caravana por la Paz y hace labor social en el albergue Hermanos en el Camino, que dirige el sacerdote Alejandro Solalinde, uno de los dirigentes de la movilización.

La solidaridad de los oaxaqueños reconoce la condición del migrante, afirmó Olivia Domínguez, de las comunidades eclesiales de base que proveen ropa y despensas, porque también sus habitantes son forzados a emigrar.

La neta, como dicen los jóvenes, ¿este país está violentado o no? ¿No les parece que ya es demasiada violencia?, cuestionó Solalinde como preámbulo a su prédica para convocar a la movilización social como fórmula para contenerla.

En la plaza central de Juchitán los oradores locales criticaron a sus gobernantes y los descalificaron por sus corruptelas e ineficiencias. Secuestros y extorsiones, ¿eso es estabilidad política?, cuestionó Germán Sanmartín en nombre del consejo de participación ciudadana.

Las historias de impunidad en Juchitán empatan con las que se padecen en el norte del país. Desde Monterrey, Amada Puente llegó para llorar la desaparición de su hijo por agentes de la policía de esa ciudad, identificados plenamente e impunes a dos años del suceso. Conmovida con el recuerdo, expresó un deseo a los juchitecos: Quisiera ya no ver más madres como yo.

Recién llegado de su tierra, Chihuahua, Julián LeBaron resumió la historia del asesinato de su hermano. Víctima también de la violencia, aseguró que esto le ha permitido valorar que es el miedo el que nos tiene de rodillas y por ese miedo es que una bota imaginaria de unos cuantos nos tiene oprimido el cuello, opresión de la que solo se podrá salir con la participación social.

La noche en Juchitán cayó entre música y discursos.

Germán Betanzos de las organizaciones de apoyo a los indígenas de la zona, sostuvo que quien deja de luchar empieza a morir.

Visita al obispo

La llegada a la zona del Istmo tuvo una primera parada en Tehuantepec, tierra del obispo en retiro Arturo Lona, quien cumplió 40 años de sacerdocio después de una larga trayectoria no exenta de hostigamiento y ataques de los caciques regionales.

Católicos ambos, Javier Sicilia y Lona se saludaron entre bendiciones y abrazos, poco antes de que el jerarca católico exaltara la causa del poeta.

El encuentro fue breve, apenas una pequeña concentración a la entrada de Tehuantepec, en la que Sicilia reivindicó la labor social del obispado de Arturo Lona y su prédica evangelizadora en medio de las tinieblas

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