Jueves 16 de febrero de 2012, p. 7
Para que México transite hacia un modelo de despenalización de las drogas capaz de revertir la política punitiva que derivó en la confrontación actual que cobra decenas de vidas cada día, se necesita que gobernadores y alcaldes progresistas, con autonomía de los poderes centrales, abran el debate y acepten analizar las posibilidades, sostiene Ethan Nadelmann, director de la Alianza para una Política de Drogas, organización considerada en Estados Unidos como punta de lanza en la búsqueda de modelos alternativos frente a los problemas del narcotráfico y las adicciones.
El politólogo neoyorquino, que pasó de la academia (Princeton) al activismo contra las políticas prohibicionistas en las pasadas dos décadas, no cree imposible que los tres candidatos punteros para las próximas elecciones en México atiendan las voces de la sociedad civil, que gradualmente empieza a exigir la legalización de la mariguana.
Contra toda evidencia, ya que ni Enrique Peña Nieto ni Josefina Vázquez Mota ni Andrés Manuel López Obrador se han manifestado sobre el tema, Nadelmann prefiere ser positivo: Tendrán que hacerlo. Tendrán que escuchar
.
–Pero hasta ahora la despenalización no figura en ninguna de las campañas de la contienda electoral –se le hace notar.
–Esto puede cambiar. El hecho de que los dos últimos presidentes (Ernesto Zedillo y Vicente Fox) se hayan pronunciado en favor de la legalización de las drogas ha obligado a que Felipe Calderón, en sus últimas visitas a Estados Unidos, empezara a hablar, si bien tibiamente, de alternativas de mercado. Ese fue el eufemismo que usó para citar la despenalización. Eligió esas palabras, nadie antes lo había dicho así, pero es significativo.
–¿De qué dependerá?
–Mucho dependerá de cómo piensa y cómo se expresa la sociedad mexicana. Hay una evolución por varias razones: los niveles insostenibles de violencia, la conciencia y el debate que ha suscitado el movimiento de Javier Sicilia, porque ya hay grupos empresariales que se están involucrando. Yo supongo que los políticos, en elecciones, tendrán que atender esta transición en el estado de ánimo de la gente. Quizá los candidatos comprendan que una posición progresista en este terreno les va a sumar, no a restar votos.
– A la Casa Blanca no le va a gustar…
–Sí, puede ser. Pero, ¿sabes?, la gente dice unas cosas en público y otras en privado. A mí no me sorprendería que los tres candidatos estén de acuerdo con las políticas de despenalización.
La entrevista con Nadelmann transcurre cuando los oradores del foro internacional Drogas: un balance a un siglo de su prohibición aún desfilan ante el micrófono en el auditorio del Museo Nacional de Antropología. Horas antes había escuchado las intervenciones de Margarita Zavala, esposa del presidente Felipe Calderón, y del secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, que reiteraban la inamovible tesis del gobierno federal: que la despenalización es contraproducente e inútil, porque no alejaría las drogas de los jóvenes ni acotaría el negocio de los traficantes. Esta visión sería criticada frontalmente en casi todas las demás participaciones en el foro.
Cuando la realidad se impone
–Hasta ahora la actual administración no camina en el sentido de la despenalización. Usted mismo lo escuchó.
–Cuando hay crisis, hay cambio. Hace 30, 25 años, si me hubieran dicho que en los próximos 10 o 30 años una docena de gobiernos tendrían programas para que los adictos intercambien agujas usadas por agujas limpias para poder inyectarse sin riesgo de contagio, yo hubiera dicho que estaban locos. Hoy es una realidad. Si hace 10 años me hubieran dicho que veríamos este tipo de programas en Indonesia, Tailandia, China, Vietnam o Irán, hubiera dicho lo mismo. Pero ahí están.
“Si siete, seis años atrás me hubieran dicho que en 2011 habría más estadunidenses en favor de la despenalización de la mariguana por encima de los que están en contra, hubiera pensado: imposible. Pero estos cambios están ocurriendo en una transición rapidísima. ¿Por qué? Porque la realidad se impone.
Y si México camina hacia este cambio, el de la legalización de las drogas, pronto se verán los efectos positivos. Se salvarán vidas, la gente tendrá a su disposición evidencia científica sobre la naturaleza del problema y también le permitirá a los mexicanos ahorrarse mucho dinero. Porque es muy caro sostener una guerra como ésta.
–En Estados Unidos la presión de la sociedad civil en torno a estos temas fue crucial. Aquí se les reconoce como la vanguardia en este proceso. ¿Ve posible esto en México?
–En la historia de la despenalización un hecho comprobado es que muchas de las reformas empezaron en focos localizados en ciertas ciudades, en determinados estados con altos índices de muertes por sobredosis o violencia callejera. En Europa, hace 20 años los alcaldes empezaron a presionar contra el prohibicionismo. Evolucionó muy poco a poco, pero eventualmente se expandió primero a otras ciudades y finalmente a escala federal.
“En Estados Unidos empezamos con la ley para legalizar el uso medicinal de la mariguana en California en 1996. Luego se extendió a 16 estados más. Hoy hay más dispensarios con mariguana de uso terapéutico en California y Colorado que cafés en Holanda. Y luego llegó Barack Obama, quien al menos en su primer año y medio de gobierno hizo aportes e instruyó al Departamento de Justicia que hiciera los ajustes necesarios. Lo que pasó es que las reformas ocurrieron muy rápido y vino un freno; la Casa Blanca resintió las presiones de los prohibicionistas y dio marcha atrás. Hoy día las leyes locales y las instituciones locales de mariguana terapéutica están bajo ataque. Lo que tenemos que hacer es volver a empujar. Así es la dinámica.
Esta guerra vieja y desgastada
Por eso digo que no hay nada como una crisis para hacer cambiar a la gente. Y lo que está pasando en (Ciudad) Juárez, en Nuevo Laredo, en otros lugares, es ese tipo de crisis que deberían hacer que la gente empiece a pensar de diferente forma. Creo que al final para México no habrá otra opción. Porque la gente se va a cansar de esta guerra vieja y desgastada que ha demostrado que no puede ser efectiva. Mucha gente lo sabe, pero no conoce alternativas. O teme. Eso requiere de un liderazgo político. Eso es lo que espero ver.
–¿Considera la idea de la legalización de las drogas como propia de las agendas progresistas? ¿Y el prohibicionismo una postura conservadora?
–Puede ser una idea conservadora, liberal o ambas a la vez. Es consistente con la tradición conservadora en términos de restringir el papel del Estado y de respeto de las fuerzas del mercado. Y también es liberal, por lo de su enfoque humanitario. En Europa fueron mayormente políticos liberales quienes abrieron el camino, pero fueron secundados por los conservadores.
En América Latina un político liberal, como el derrocado presidente de Honduras, Manuel Zelaya, hizo la propuesta y nadie le hizo caso. También la hizo la ex presidenta de Chile (Michelle) Bachelet y pasó desapercibida. Ahora es el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, conservador, quien se está abriendo a la idea. También los mandatarios de El Salvador (Mauricio Funes) y de Guatemala (Otto Pérez Molina), que son de distinto signo. Más que ser de izquierda o derecha abrir el debate de la legalización es una idea racional. Lo pueden hacer conservadores o liberales
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