Elida Abonza Paéz-Susana González
Foto: Adriana Tapia. Más en Galería de Fotos
México DF, marzo 22 de 2011.
Tres de la tarde, aproximadamente unas 100 personas reunidas debajo del asta bandera de la plancha del Zócalo. Ahí una chica con altavoz gritaba “¡Pucha con pucha, lesbianas en la lucha!” e invitaba a las asistentes a concentrarse para dar inicio a la Quinta Marcha Lésbica que terminaría en el Monumento a la Revolución.
"Lesbianas guerreras sembrando dignidad" fue el lema de la manifestación cuyo fin fue dar visibilidad a los rostros de las mujeres que se daban cita en el Zócalo para dar comienzo a la historia de la marcha lésbica.
En la esquina de la Plaza de la Constitución (Zócalo) y avenida Madero se podía ver a unas 150 personas. Una chica, auxiliada por un equipo de sonido repudiaba la persecución y exterminio sufrida por las activistas que luchan por los derechos humanos en Ciudad Juárez, particularmente las de la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa.
Pasadas de las 15:30 horas, a ritmo de los tambores comenzaron avanzar sobre avenida Madero las mujeres que daban inicio a la Marcha Lésbica gritando consignas como: “¡Ni Dios, ni amo, ni partido, ni marido, mi amor no es jodido!”, “Lesbianas contra la guerra, lesbianas contra el capital, lesbianas contra el machismo, contra el terrorismo neoliberal”, “¡Lesbianas unidas, jamás serán vencidas!” y “Feminismo para delante, machismo para atrás”. Las expresiones se escuchaban entre risas, canciones y guasas, surgían de un espíritu de lucha, de la exigencia por respetar a las mujeres y a sus preferencias sexuales.
Durante la marcha se observaban mujeres tomadas de la mano, brazos entrelazados y labios que se unían sin pudor. Era el colectivo lésbico que con pancartas expresaba “¡Frente a la violencia machista, autodefensa feminista!”, “¡No somos objeto de morbo, somos sujetas de acción!” y “¡No eres dueño de mi cuerpo ni de mi sueño!”
Las pancartas las portaban en las manos y otras las traían pegadas en la espalda, la mayoría de quienes encabezaban la movilización vestían de color violeta, color que aseguraban representa la espiritualidad.
Por todas partes se observaban rostros llenos de júbilo y orgullo por manifestar el amor sentido por su pareja, también se notaban rostros ocultos por máscaras alusivas a luchadores, de aves, antifaces y paliacates. Sin embargo, no dejaban de entonar al unísono los cantos llenos de ritmo como: “¡Vamos compañeras a ponerle un poco más de tetas, la lucha es una sola y es la misma por eso soy lesbiana feminista!”
Un grupo de gays, entre risas y burlas saltaban y gritaban: “¡El que no brinque es buga, el que no brinque es buga!” Esto provocó que una de las dirigentes de la marcha tomara el altavoz para pedir respeto a la visibilización de las mujeres que siempre han sido oprimidas por el simple hecho de serlo. Invitaba a los “compañeros gays” a acompañarlas por las aceras o detrás de los colectivos.
Un grupo de mujeres decidió rebasar a los gays para entonar “¡La marcha no es de fiesta, es de lucha y de protesta!”
Miradas maliciosas y despectivas así como una ola de murmullos se veían y escuchaban por donde pasaba la marcha. Un padre de familia que cargaba a un bebé de brazos le decía a su esposa: “Están en su derecho, viven en un país gobernado por el patriarcado”.
El calor aumentaba y varias asistentes comenzaron a despojarse de sus blusas y playeras hasta quedar en ropa interior.
Mujeres alegres caminaban tomadas de la mano con personas de su mismo sexo. La mayoría ondeaba banderas multicolores para exigir respeto, visibilidad y la tipificación de la lesbofobia como delito federal.
Lurdes Barbosa, de Litsa Radio, comentó que la marcha “representa un acto de gran valentía en el contexto de una sociedad profundamente lesbofóbica pero además, profundamente misógina y llena de una doble opresión a la que no tienen que enfrentarse los homosexuales por ser hombres”.
Como cada año en que se realiza este movimiento las calles del centro capitalino se vistieron de colores, a la vez que se inundaron de máscaras y plumas. Hubo quienes asistieron con prendas inundadas de lentejuelas, en patines o caracterizados como cartones de leche idénticos a los del célebre video de “Coffee and TV”, de la banda inglesa Blur.
Atrás del grupo de honor conformado por “Nuestras Hijas de Regreso a Casa”, les seguían un grupo de no más de 20 personas que gritaban: “¡Aquí están, aquí están, las lesbianas de la UNAM!” y más atrás se veía a Miranda Salman, chica transexual y entrenadora de la Selección Gay de Fútbol.
En el Monumento a la Revolución se instaló un pequeño templete donde la maestra de ceremonias, Rocío Jaramillo, dio la bienvenida al colectivo, gritando: “¡Este es el orgullo de las lesbianas que salimos a las calles y quienes queremos que México se dé cuenta que nos amamos y que somos muchas!” A la vez que lamentó que durante todo el trayecto los hombres gays no respetaran el espacio de visibilidad de las lesbianas.
Por último, se invitó a las lesbianas a asistir al Gran Baile sólo para Mujeres en el Salón “Arriba mi Sinaloa” en beneficio del Comité Organizador de la Marcha Lésbica de México para solventar los gastos generados por la movilización.
Entre agradecimientos, música y fiesta concluyó la Quinta Marcha Lésbica con casi mil personas reunidas en el Monumento a la Revolución.
De viva voz:
“La represión en contra de las lesbianas no ha disminuido sino que por el contrario se ha intensificado, a través del crecimiento del desempleo, de la pauperización y de la inestabilidad laboral impuestos por el modelo económico neoliberal, mismos que impiden a las mujeres liberarse de la heterosexualidad obligatoria”.
Rosamaría Jasso
Asistente
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