Denunciar a mis violadores, un calvario sin final: Talía Vázquez
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 3 de noviembre de 2013, p. 13
Domingo 3 de noviembre de 2013, p. 13
En México sólo 4 por ciento de las víctimas de violación denuncian a su agresor. Por eso, Talía Vázquez, ex diputada perredista, sabía que al acusar a sus tres violadores –entre ellos su propio esposo– iba a enfrentar un
sistema de justicia inoperante y sin perspectiva de género; a un calvario sin final.
Nunca imaginó que tendría que dedicar más de 10 horas diarias durante los últimos tres años al juicio por violación tumultuaria contra su ahora ex marido, Juan Iván Peña Neder, y sus dos amigos Zeferino Dalí Pérez Jiménez y Raúl Flores Adame, este último aún prófugo de la justicia.
Jamás pensó que después de todas las pruebas, testimonios, evaluaciones sicológicas y periciales médicas, los presuntos violadores iban a quedar libres dos años después de haber ingresado al Penal de Máxima Seguridad de Matamoros, Tamaulipas. Fueron excarcelados con sigilo el viernes primero de noviembre a las 4 de la madrugada por el juez Juan Salvador Alonso Mejía.
Esta sentencia es una vergüenza. Se crean institutos de las mujeres, Fevimtra (Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas) y todo lo demás para acompañarnos en nuestro dolor, pero los jueces no nos hacen justicia, porque para ellos es imposible demostrar una violación, dice Talía Vázquez en entrevista con La Jornada.
Violación tumultuaria
Ahora vas a atender a mis amigos, le dijo con pistola en mano Juan Iván Peña Neder a su esposa Talía Vázquez, el 19 de marzo de 2011.
Empieza a bañarte y ponte la bata que te regalé, le ordenó apuntándole con el arma. Estaban en su habitación de la casa de Morelia, Michoacán, y la obligó a bajar las escaleras. Los amigos, Zeferino Pérez Jiménez y Raúl Flores Adame, con whisky en mano, se reían. Uno de ellos le dijo:
Deja la pistola, hermano. Ella es bien putita ahorita vas a ver. Déjala por la buena.
Talía recuerda aquella escena como la peor pesadilla de su vida:
Entre los tres me abrían la boca y me echaban whisky para que no me doliera. Juan Iván me cacheteaba, me aventaba y todos se morían de la risa. Yo lloraba y les suplicaba que pararan. Se desnudaron, se turnaban, me hicieron la doble penetración... Juan Iván me metía la pistola en la boca. ¡Fue espantoso! Empezaron a violarme desde las 9 de la noche y terminaron a las 3 de la mañana. Fueron seis horas terribles, interminables.
Abatida por el dolor y el shock, llegó un momento en que Talía ya no reaccionaba:
Cuando los tres eyacularon me dejaron allí. Yo sentí que me morí. Era como tener ausencia de todo. Ya no podía llorar, ni hablar, no podía moverme. Lo único que quería era morirme.
A la mañana siguiente no podía caminar por el dolor intenso de las heridas. El sangrado era continuo. Su esposo no mostraba el más mínimo remordimiento por lo que hizo ni temor alguno por una posible denuncia. Burlándose, le dijo:
Eres una zorra, una putita muy bonita. Talía le contestó de manera escueta:
Lo que me hicieron fue una violación. Juan Iván, tocando la pistola, añadió:
Por supuesto que no, pendeja. No fue una violación. Se llama sexo en grupo. Y lo practica la raza superior (nazis) y tú no eres ninguna niña para que te anden violando. Fue una fiesta. Además, para eso eres mi puta.
Con mucha dificultad se vistió y fue con el doctor Alejandro Rodríguez Mota, quien inmediatamente después de revisarla no tuvo duda de lo sucedido:
Está inflamadísima, tiene laceraciones, está muy lastimada. ¿Ha sido víctima de un ataque sexual, de una violación?Talía no podía hablar, sólo lloraba. El médico le extendió un certificado con todos los detalles de la agresión y la exploración ginecológica. Luego denunció a los tres y empezó una pesadilla que aún continúa, de revictimización por el propio sistema de impartición de justicia.
Nazismo y PAN
Talía Vázquez y Juan Iván Peña Neder se casaron en julio de 2009. El matrimonio se convirtió en un infierno desde los primeros meses. El hombre encantador, simpático y seductor del que se enamoró se reveló como un ser violento y aterrador. A los pocos meses le confesó que era admirador de Hitler y lideraba una organización secreta de panistas filonazis.
Iván Peña Neder, en imagen de 2009Foto La Jornada
Peña Neder había pasado por todos los partidos y era coordinador de asesores del secretario de Gobierno de la Secretaría de Gobernación en la etapa de Felipe Calderón. Formaba parte de un grupo conocido como
la mafia de los casinos, compuesto por funcionarios y ex funcionarios, del Partido Acción Nacional (PAN).
Al año de casados, Juan Iván había acumulado tanto dinero que en la caja fuerte de su casa llegó a tener dos millones de dólares en efectivo: “Ya no trabajaba. Él decía: ‘con dos llamadas que hago, ya me desocupé porque ya me gané un millón de pesos’. Y era verdad. Se pasaba el resto del día acostado en la cama viendo pornografía”.
Ante semejante personaje, la pregunta que todo mundo le hace es la misma:
¿Por qué no me fui inmediatamente?: Una se casa pensando que será para toda la vida, que vas a ser feliz, que todo tiene compostura, que hay que echarle ganas. No te casas para divorciarte al día siguiente. Después, cuando te convences que no hay modo, empiezas a buscar cómo te sales, pero no era tan fácil, porque él reactivó sus células nazis.
Peña Neder rentó la oficina de al lado del despacho de Talía y la convirtió en cuartel nazi, hasta donde llegaban células procedentes de toda la República gracias a su vínculo con el PAN, en cuya historia está incluida la participación de empresarios y políticos con la creación de este tipo de grupos ultraderechistas, algunas veces armados, otras más sólo de corte ideológico.
Cada vez que ella intentaba dejarlo, Peña Neder la amenazaba de muerte y con asesinar a sus dos hijos de un matrimonio anterior: “Me ponía la pistola en la sien, me obligaba a hincarme y me decía: ‘Soy Dios. Heil Hitler. Heil Hitler. ¡Pídeme perdón!... ¡Sabes que te vas a morir!”’
Sin justicia
Como abogada, Talía Vázquez fue integrando y robusteciendo la acusación de violación tumultuaria durante los pasados dos años. La última audiencia duró cuatro días; la del médico que certificó la violación fue de 11 horas y su propio violador, Peña Neder, la interrogó y la amenazó de muerte delante del juez: mediante señales le decía que le iba a cortar el cuello. Y dijo que ser nazi no es delito, por tanto es
excluyente de responsabilidad. Todo consta en los documentos del juicio a los que ha tenido acceso La Jornada.
Durante meses fue ofreciendo las pruebas:
Hay certificados, periciales médicas, testigos de la violencia en la que yo vivía. Y sobre todo, desmontamos las tres coartadas que pusieron. Constan las amenazas a los testigos, ofrecieron testimonios de las mismas. Y me sostuve en cada uno de mis dichos. La violación es un delito de comisión oculta: ¿Qué más pruebas le pueden pedir a una mujer violada?
El interrogatorio fue absolutamente cruel:
Me preguntaron cómo supe que eyacularon. Les dije: Cómo no voy a saber si me eyacularon en la cara. Me preguntaban quién me la metió primero, quién después y cómo. Preguntas que me hacía el violador y el otro violador muerto de risa. No sé cómo describir la injusticia, caray”, dice sin poder contener el llanto.
En dos años se ha cambiado cuatro veces de domicilio. Se muestra angustiada y está sometida a tratamiento siquiátrico y médico por las secuelas. Talía Vázquez dice que apelará y llevará el caso a la Suprema Corte de Justicia:
Voy a seguir. No tengo opción. Ellos están en la calle. Mi familia y yo tenemos que estar encerrados como si los delincuentes fuéramos nosotros. ¿Qué hacemos?... Es inaudito. Si una mujer violada viene y me pide consejo, le diría: ¡Cállate y suicídate!, porque vas acabar totalmente desgastada de salud, dinero y no obtendrás justicia
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