Víctimas del sistema penitenciario, niños que viven con madres presas
Adelantan festejo por su día a los menores que habitan el penal de Santa Martha Acatitla
En sus rostros reflejan la falta de una buena alimentación, servicios médicos y sicológicos
La celebración del Día del Niño en el penal femenil
Josefina Quintero M.
Periódico La Jornada
Sábado 27 de abril de 2013, p. 30
Sábado 27 de abril de 2013, p. 30
Inmersos en un ambiente hostil, donde hablar de robos, secuestros y homicidios son temas de la vida cotidiana, los 102 niños que acompañan a sus madres en reclusión se convierten en víctimas del sistema penitenciario, pero al mismo tiempo son la fortaleza de ellas para soportar procesos judiciales y sentencias de más de 50 años de prisión.
Ayer se festejó el Día del Niño en el penal femenil de Santa Martha Acatitla, donde hubo juegos, payasos y los niños recibieron obsequios; sin embargo, la reunión sirvió también para que la titular de la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal, Rosa Icela Rodríguez, recibiera una lluvia de demandas sobre las necesidades que enfrentan las internas en el centro de readaptación.
Cada nombre: María de los Ángeles, Angélica, Elizabeth, María Esther o Juana, encierra una historia de carencias afectivas y económicas. A pesar de que las autoridades anuncian programas de apoyo sobre salud, educación y reinserción social, sus rostros evidencian la falta de una buena alimentación, servicios médicos, sicológicos y jurídicos.
Elizabeth se vio limitada para amamantar a su bebé, porque fue de
las que no tuvo lechey ahora su trabajo es el doble, porque su pequeña requiere de fórmula láctea. La joven, de 24 años que purga una condena de dos por delito grave y está exenta de cualquier beneficio, se dedica a lavar ropa y hacer limpieza. Por cada prenda recibe un pago de tres pesos, con lo que lográ juntar 50 a la semana.
Para la mayoría de las madres el gasto más fuerte es comprar pañales y leche; cuando no pueden adquirirlo los niños tienen que aguantar varias horas mojados; tanto los pequeños como sus progenitoras se ven obligados a
hacer que les duren para toda la semanalos seis pañales que les otorga cada siete días la Subsecretaría del Sistema Penitenciario.
Tanto
adentro como afuera, la principal preocupación de las madres es el dinero.
Piensan que estar aquí resuelve la vida, pero todo cuesta y sale más caro, comentaron algunas reclusas con discreción ante la mirada vigilante de custodias. Hasta aquella mujer de complexión robusta, Juana Barraza, La Mataviejitas, acusada del asesinato de 16 ancianas, se niega a hablar por la presencia de las jefas de seguridad.
El encierro lo padecen madres e hijos, dice Patricia,
ahora se tienen que aguantar. La mujer, quien muestra dureza, cambió el tono de voz cuando se le preguntó el delito que cometió:
Me acusaron de homicidio.
Brayan, un pequeño de ocho años y que fue separado de su madre al cumplir cinco años con 11 meses (edad de estancia permitida en el penal), ignora los juguetes y los payasos, su rostro no deja de voltear al área de dormitorios, porque su madre no llega a recibirlo después de dos meses de no verla.
Ante la carencia de las internas, la secretaria de Desarrollo Social, Rosa Isela Rodríguez, señaló que se instalará una mesa interinstitucional para que cada dependencia del GDF,
de acuerdo a sus posibilidades, diga la capacidad que tiene y que puede dar a los niños del penal femenil.
En el festejo estuvieron presentes la subsecretaria del Sistema Penitenciario, Mayela Almonte Solís, y la diputada Dinorah Pizano
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