Murió Ernesto de la Peña, un torrente de generosidad
Mónica Mateos-Vega
Periódico La Jornada
Martes 11 de septiembre de 2012, p. 2
Martes 11 de septiembre de 2012, p. 2
El polígrafo Ernesto de la Peña falleció ayer por la mañana en la ciudad de México. Tenía 84 años y acababa de ser galardonado con el Premio Internacional Menéndez Pelayo
por su preocupación constante por la transmisión del saber y el acceso a la cultura de las nuevas generaciones.
Reconocido por propios y extraños como hombre de inagotable sabiduría y generosidad, este martes recibirá un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes a partir del mediodía.
De la Peña estudió letras en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y fue ahí donde forjó su pasión por el griego, latín, ruso, árabe, sánscrito, chino, lingüística indoeuropea y hebreo, idiomas que dominaba. También era experto en ese lenguaje universal que es la música y un gran estudioso de los textos bíblicos.
El maestro contaba que su primer acercamiento con el alfabeto griego fue a los seis años, debido a la instrucción que le dio un tío materno con el que se crió.
En 1993 fue elegido para ocupar la silla XI de la Academia Mexicana de la Lengua, y 10 años más tarde recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura. A la lista de reconocimientos se suman galardones como el Alfonso Reyes en 2008, así como el Nacional de Comunicación José Pagés Llergo en 2009, por sus programas radiofónicos Al hilo del tiempo, Música para Dios yTestimonio y celebración.
En diversas entrevistas ofrecidas en junio pasado, el maestro recordaba que en la biblioteca a la que tuvo acceso durante su infancia
había libros en muchas lenguas y empecé a estudiar, primero francés, que es muy parecido al español escrito, hablado no, así seguí. Después estudié en la Facultad de Filosofía y Letras la carrera de letras clásicas y ahí estudié la lengua griega, latín y alemán, más tarde aprendí hebreo, arameo, eso en lo que respecta a las lenguas. Mi dedicación a ellas no es por las lenguas mismas, aunque me interesan, sino porque cada una tiene distintas literaturas. Me gusta leer a los grandes autores en sus originales siempre que puedo.
Los relatos de Emilio Salgari, Julio Verne y en especial las historias de Alejandro Dumas estaban entre sus favoritos. Otra de sus pasiones fue escuchar música, sobre todo ópera.
Ernesto de la PeñaFoto Archivo La Jornada
Aunque autor de pocos libros, “a él debemos una de las labores de difusión cultural más constantes en nuestro país. Desde los años 70 incursionó en los medios electrónicos con programas o secciones especializados en literatura, música, lingüística. Él fue uno de los pioneros y principales divulgadores de las etimologías de manera masiva en televisión. Sopa de letras, programa en el que varios eruditos de manera amena indagaban sobre el origen de las palabras que el público les pedía, hizo época”, escribe Javier Aranda Luna en una semblanza.
Con motivo de sus 80 años recibió un homenaje en el Palacio de Bellas Artes.
La semana pasada, el también filólogo y traductor asistió a El Colegio de México (Colmex) para recibir el Premio Internacional Menéndez Pelayo 2012, ceremonia durante la cual ofreció la conferencia magistral Las realidades en El Quijote, transmitida hasta el Palacio de La Magdalena, en Santander, España.
Al terminar, dijo a la prensa que en México la realidad,
para desgracia de todos, está invadida por el crimen, la corrupción, la lenidad, la inseguridad, crisis económicas, disensiones de partido. Es una realidad muy amarga. Nací en México y mi larga vida ha pasado aquí, no creo recordar un solo momento de crisis más grave que la actual.
Ernesto de la Peña fue director del Centro de Estudios de Ciencias y Humanidades, de la Fundación Telmex, así como miembro del Consejo Consultivo de la Fundación Televisa.
En la radio, en la estación Opus 94 del Instituto Mexicano de la Radio, desarrolló una importante labor de difusión cultural al transmitir glosas y abordar temas teológicos, así como comentarios a la temporada de ópera que el Metropolitan Opera House envíaba a México vía satélite.
Tradujo al español a poetas como Paul Valéry, Gérard de Nerval, Stéphane Mallarmé, Friedrich Hölderlin, Novalis, Rainer Maria Rilke, Czeslaw Milosz y Allen Ginsberg.
De la Peña se va acompañado por el eco de sus palabras, mismas que pronunció el jueves, en el Colmex:
a nosotros, los hombres, bien lo dijo Catulo, una vez que se extinga una breve luz, tenemos que dormir una noche eterna
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