Caravana por la Paz marcha por calles de Harlem y en Wall Street
Logra el movimiento aliados entre la comunidad afroestadunidense
Los integrantes de la Caravana por la Paz protestaron en Nueva York contra el lavado de dinero y ahora enfilarán hacia BaltimoreFoto Elizabeth Coll
Elizabeth Coll
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 8 de septiembre de 2012, p. 10
Sábado 8 de septiembre de 2012, p. 10
Nueva York, 7 de septiembre.
No voy a decir que no sabíamos de dónde venían la drogas, dice Robert Suárez, activista afroestadunidense neoyorquino, quien se suma a la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad frente a la alcaldía de esta ciudad. “Siendo honesto, todo el mundo sabe de los cárteles mexicanos, pero nunca habíamos platicado de todo esto, no nos permitimos pensarlo, enfrentar esta realidad de la violencia (en México), verlo en persona, hasta ahora que llegó esta caravana. Nunca se verbalizó hasta ahora”.
Dean Becker, ex policía y miembro de LEAP, Oficiales de Seguridad Pública en contra de la Prohibición, dice que él también fue sorprendido por las historias de los miembros de la caravana: “Yo he estado reportando sobre la guerra contra las drogas por 10 años, pero no sabía todo esto. Una cosa es hablar de las batallas de los cárteles, uno siente objetividad, distancia, pero es otra cosa que una madre te cuente de su pérdida, del día que ocurrió, de cómo busca a su hijo y nadie le ayuda, nadie le responde”.
Javier Sicilia, quien encabeza la caravana de más de 100 integrantes, la mayoría familiares de víctimas de la violencia desatada por la guerra contra las drogas, comenta a La Jornada:
Eso es lo que ha logrado la caravana, tanto en México como aquí. Se ha visibilizado el dolor. Ponerle rostro a las víctimas. Mostrar que detrás de estas abstracciones de las cifras hay seres humanos, hay dolor, hay destrucción y hay muerte. Eso sensibiliza mucho, porque las abstracciones hacen perder la dimensión de la realidad.
Hay diversidad en los rostros de la caravana que los estadunidenses están conociendo por primera vez, pero todos están unidos por el dolor.
Entre los que comparten historias, agonía y rabia están Mercedes Moreno, una salvadoreña residente de Los Ángeles cuyo hijo desapareció después de ser deportado; Leticia Mora Nieto, de Atizapán de Zaragoza, estado de México, quien busca a su hija desaparecida Ivonne Georgina, de 21 años, temiendo que haya sido víctima de la trata humana,
la esclavitud moderna manejada por una mafia binacional.
Está Zacario, indígena de San Juan Chamula, quien habla del temor a los caciques priístas, y Araceli Rodríguez, madre de un policía federal desaparecido, quien tuvo que ir a entrevistarse con encarcelados miembros de los cárteles para que le contaran que su hijo había sido asesinado con su propia arma, descuartizado e incinerado.
Están Coral y Victoria, dos jovencitas de Guerrero, quienes se sumaron a la caravana después de que la madre de Coral y el padre de Victoria, ambos activistas comunitarios y miembros de la caravana en México, fueron desaparecidos. También hay líderes comunitarios de Morelos y Oaxaca, quienes reclaman las muertes de sus compañeros de lucha. Jóvenes de Ciudad Juárez que están pidiendo asilo en Estados Unidos, y los padres de Alejandro Alfonso Moreno Baca, ingeniero en sistemas de IBM, quien desapareció en la carretera cuando iba hacia Laredo, Texas, para sus vacaciones.
Haciendo un recorrido desde la costa oeste y visitando ya unas 24 ciudades de Estados Unidos, los más de 100 integrantes marcharon el jueves por la noche, con sus aliados neoyorquinos, entre ellos integrantes de grupos de migrantes y #YoSoy132NY, y recorrieron más de 30 cuadras de Harlem, barrio afroestadunidense y latino que ha padecido las consecuencias violentas de la guerra contra las drogas y, sobre todo, los miles de jóvenes encarcelados por policías, quienes enfocan sus actividades antinarcóticos en comunidades de color. El año pasado en Nueva York hubo 50 mil arrestos por posesión de mariguana, más que por cualquier otro delito. Un 84 por ciento de los detenidos son afroestadunidenses o latinos.
El viernes, la Caravana por la Paz y sus aliados locales enfocaron sus acciones de denuncia y protesta en la zona financiera, después de una conferencia de prensa en las afueras de la alcaldía. Mientras que el grupo de víctimas protestaba por el lavado de dinero en Wall Street, el activista Suárez dijo a La Jornada que
la mayoría de las drogas están en Wall Street, no en nuestros barrios. Pero la policía no va allí a buscarlos. La policía nunca va a Wall Street a tocar las puertas de las oficinas ejecutivas donde tienen un kilo de cocaína en la mesa, porque están en nuestros barrios tumbando las puertas.
La caravana se ha enfocado en tejer alianzas con las comunidades afroestadunidenses, dice Sicilia, para así empezar un diálogo sobre los problemas compartidos por víctimas de ambos lados de la frontera en relación con la guerra contra las drogas.
Afuera de una sucursal del banco HSBC, que recientemente fue acusado de lavado de dinero, una defeña, que se identifica como
la madre de Joaquín, alza unos dólares manchados de rojo y grita
este dinero nunca se puede lavar. Aquí está la sangre de mi hijo en este dinero. Como su grito tiene tono de llanto los que pasan por ahí se detienen y preguntan qué sucede, y aunque ya muchos aquí están acostumbrados a ver protestas frente a bancos, esto es algo nuevo y nadie se atreve, ni puede, argumentar contra este mensaje.
Acudieron al parque Zuccotti, sitio famoso por la acampada del movimiento Ocupa Wall Street, acompañados por activistas de aquella lucha. Habla Belén, una joven de Puebla, quien no ha perdido la esperanza de encontrar a su hermano Andrés, desaparecido desde hace más de un año. A través del
micrófono humano, y con una segunda vuelta de repetición para incluir la traducción al inglés de sus palabras, implora,
no esperes a que esto te pase a ti. Hay que ocupar nuestro mundo.
Sentado en una banca del parque, el ex policía Dean Becker dice que ahora que los mexicanos y los estadunidenses están empezando a luchar juntos contra esta violencia de la llamada guerra contra las drogas,
el fin de esta guerra racista está cerca. Porque no se puede defender. No es legítima.
La caravana enfilará hacia Baltimore y culminará su viaje en Washington, a principios de la próxima semana. Pero Sicilia comentó a La Jornada que esto es sólo el inicio de una lucha binacional contra esta guerra
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