Sería factible con movimientos sociales que obliguen a las fuerzas dominantes a negociar
Jueves 29 de marzo de 2012, p. 12
México está en una encrucijada que lo puede llevar a seguir la tendencia hacia la izquierda, predominante en América Latina, o persistir en la vía conservadora del presente, aseveró Enrique Semo al dictar una conferencia magistral en el foro Diálogos por la regeneración de México.
Semo disertó sobre el paralelismo de lo que le llamó los tres periodos de revolución o modernización pasiva en la que todos los cambios y actualizaciones se impusieron a un pueblo empobrecido, de 1780 a 1810 y de 1880 a 1910, conocidas como Reformas borbónicas y el porfiriato, hasta lo que se hoy conoce como el periodo neoliberal en México.
En esas tres etapas se produjeron profundos cambios económicos en los centros capitalistas del mundo que fueron introducidos en México por intereses extranjeros y en condiciones de imposición. Hoy como ayer el progreso social y económico ha sido extremadamente desigual y ha terminado en una crisis profunda
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Pero también, dijo, hay diferencias muy importantes, como la reforma electoral, que ha abierto algunos canales a la expresión popular. “No es casualidad que en dos ocasiones de irrupción popular en la política, que fueron 1988, con Cuauhtémoc Cárdenas, y 2006, con Andrés Manuel López Obrador, ésta se realizó por medio de las elecciones, y la tesis de la transición democrática se hizo presente cada vez entre los intelectuales.
Tal parecía que lo único que quedaba discutir era cómo, cuándo y dónde se daba cada paso en la culminación del proceso. Ahora sabemos que ésta era una ilusión. En el presente se da una democracia incipiente que permite una participación mayor de sectores subalternos. Existe una política focalizada de ayuda social dirigida a los núcleos peligrosos y una nueva clase media construida a base de crédito, que si bien está dividida, es mayoritariamente favorable a la situación actual.
Ante una audiencia que colmó el patio central del Club de Periodistas, Enrique Semo agregó que dos fraudes electorales, el de 1988 y el de 2006; el distanciamiento de la clase política de los grandes problemas nacionales; los constantes conflictos poselectorales locales; el crecimiento del crimen organizado y de la corrupción masiva ponen en riesgo la democracia incipiente recién conquistada.
Podemos decir que las viejas formas de cambio tienen una reciedumbre mayor que el cambio negociado. La salida pactada como alternativa democrática al momento confrontacional es posible, pero muy difícil.
Destacó que a partir de 2006, el Ejército fue sacado a la calle con el propósito explícito de la lucha contra el narcotráfico. “Felipe Calderón ha dado al fenómeno un contenido político: se construye el Estado militarizado y la corrupción adquiere una continuidad entre crimen y política, extraordinariamente disolvente.
“Hay un parecido peligroso de esa política con los tiempos de la Nueva España, cuando un reformador borbónico, como el marqués De Croix, se expresaba después de un violento movimiento de protesta en el Bajío, que fue reprimido, con el paradigma: ‘el pueblo debe aprender a callar y obedecer’, y semejanzas con las políticas porfirianas que en algún momento se expresaron con el famoso telegrama: ‘mátalos en caliente’.”
Semo sostuvo que la oligarquía actual no quiere ceder y los sectores populares no tienen fuerza para imponer la negociación. Si un cambio en la Presidencia se produce por la vía electoral, la relación de fuerzas puede alterarse. Pero la alternativa sólo comenzará a definirse si la victoria es con una mayoría indisputable y si ésta se apoya en fuertes movimientos sociales que obliguen a las fuerzas dominantes a sentarse a la mesa de la negociación.
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