Los resultados mostraron que 15% de las damas y 25% de los hombres han mantenido alguna vez una relación extra
En los varones gobierna el impulso ante la presencia de una mujer atractiva
Mientras ellos son infieles para refrendar su hombría
, ellas buscan comprensión y afecto; ambos refieren problemas de comunicación o sexuales con su pareja
Martes 14 de febrero de 2012, p. 39
Las causas de la infidelidad son diversas. Ésta responde a factores genéticos, biológicos, químicos, sicológicos, ambientales, sociales y culturales. Una investigación sobre el tema, en la que participaron académicos de la Facultad de Sicología y el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), revela que en años recientes esta práctica se ha incrementado en el país.
Los resultados del estudio muestran que 15 por ciento de las mujeres y 25 por ciento de los hombres han mantenido alguna vez en su vida relaciones extras con personas que no son su pareja. Y si se contabilizan las infidelidades sólo emocionales
, es decir, que no involucraron sexo, los números se elevan a 35 por ciento en el caso de mujeres y 45 para los varones.
La investigación ubica algunas de las razones por las que las personas ponen los cuernos. Ellas lo hacen –en el siguiente orden de importancia– por problemas de comunicación con la pareja, insatisfacción sexual, falta de amor, características personales de los otros hombres, dinero y por desquite ante una infidelidad previa de su compañero. En tanto, los varones recurren a esa práctica atraídos por el físico de otras mujeres, escasa comunicación, insatisfacción sexual, falta de amor, mala higiene de su pareja, problemas económicos y por venganza.
Otros datos indican que mientras ellos lo hacen para refrendar su hombría
y buscar placer, las mujeres quieren obtener cariño, comprensión y afecto. Los sitios más propicios para la infidelidad son: centros de trabajo, clubes, bares y gimnasios.
El estudio duró alrededor de un año. Se basó en una muestra de 300 parejas, entre casados, en unión libre y noviazgos. Y se aplicó a personas de 25 a 40 años de edad.
Algunas conclusiones refieren que para ellas es más importante ser tomadas en cuenta. Uno de los problemas de comunicación que las mujeres identifican es que sus compañeros no les comparten nada.
Los varones realzan las características físicas de otras mujeres, lo que indica que en ellos gobierna el impulso y la irreflexión ante la presencia de una chica atractiva.
Sobre el tema, Ignacio Camacho Arroyo, experto de la Facultad de Química de la UNAM, comenta que la interacción de ciertas hormonas con receptores cerebrales específicos hace que algunas personas sean propensas a ser infieles a sus parejas.
Estudios internacionales han mostrado que la genética es uno de los factores que participan en la infidelidad. El académico universitario, experto en investigación biomédica básica, resalta que la hormona llamada vasopresina está relacionada con los lazos sociales, sean de pareja o materno/paterno-infantil.
Al igual que el resto de las hormonas, la vasopresina –que participa en la regulación de diversos procesos en el cuerpo, incluso se le conoce como hormona antidiurética y es importante para regular la presión arterial– tiene receptores específicos, y en éstos puede haber variantes en las células.
La presencia de estas variantes –explica Camacho Arroyo– puede determinar que la mujer o el hombre estrechen o no sus lazos sociales y de pareja. Esto hace más factible que puedan mantenerse solteros, sean monógamos o mantengan relaciones de infidelidad.
Pruebas científicas aplicadas en ratones de campo hallaron variantes de los receptores para vasopresina entre aquellos que se mantenían en la monogamia y los que era polígamos. Además, la distribución y concentración de estas variantes fue diferente en el cerebro de los monógamos y de los polígamos.
Posteriormente, con técnicas de biología molecular, los científicos transfirieron el gen que codifica para alguna de estas variantes de los roedores monógamos a los polígamos. Y en su etapa adulta, con pruebas conductuales encontraron que los roedores originalmente polígamos presentaron conductas monógamas.
Con base en esos avances, hace cuatro años en Suecia se aplicaron pruebas con seres humanos. En éstas se estudió una variante del gen del receptor para la vasopresina y se asoció a encuestas donde le preguntaba el estado sentimental y si tenían o no problemas con sus parejas.
Lo que encontraron fue que había una variante en particular, llamada AVPR1A, que se asociaba a ciertas conductas: si eran solteros o si estaban casados y presentaban conflictos, esto último debido a que sus lazos de pareja no eran tan sólidos ni estrechos. Se piensa, por tanto, que la fidelidad tiene una determinación genética.
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