Miriam Cossette López Romero tiene 28 años de edad. Estudió la carrera de medicina y en marzo inició la residencia en ginecología y obstetricia en el Instituto Nacional de Perinatología (Inper). Estaba satisfecha de haber obtenido uno de los poco más de 6 mil sitios disponibles en los hospitales del sector salud y empezó a trabajar. Nunca se imaginó que de marzo a septiembre viviría los peores días de su vida, como bien se lo advirtió el médico residente Luis Alberto Serrano Coronel.
Desde el principio enfrentó una situación difícil, con médicos adscritos que no le daban clase, pero sí le cargaban todo el trabajo del servicio o, como en Tococirugía, donde la doctora Margarita Ruiz también le advirtió que se encargaría de que la corrieran. Continuamente la insultaba con frases como eres un fracaso
o tu papá se avergonzaría de ti
.
Durante el mes que estuvo en ese servicio, Ruiz le impidió entrar a quirófano, parte esencial de su formación. La misma doctora le aplicó tres veces un examen y en igual número de veces la reprobó. Era el segundo mes de Miriam Cossette como residente.
Pasó a otros servicios, como Obstetricia, donde la dejaron sola a cargo de las pacientes hospitalizadas, todas de alto riesgo, durante 10 días, lo que significó iniciar turnos a las cinco de la mañana sin horario de salida. Cuando con cualquier pretexto la castigaban, debía hacer guardia fines de semana o cubrir horas extras en urgencias.
Este último es un servicio crítico, pero en el Inper es considerado área de castigo
, en la que sólo se encuentran los internos (médicos recién egresados de la facultad que pasan un año ahí antes de realizar su servicio social). Un médico residente enviado a esta área es objeto de burlas. Así le sucedió a Miriam varias ocasiones.
Sabía que la residencia sería difícil y las jornadas extenuantes, y se aguantó todo: malos tratos, gritos e insultos de médicos adscritos y residentes de mayor jerarquía, en particular de uno, Luis Alberto Serrano Coronel. Algunas veces se atrevió a contestar y eso le valió reportes por mala conducta que fueron a su expediente y de los cuales no fue informada.
Por su mal desempeño
la directora de Enseñanza del Inper, Viridiana Gorbea, la envió con el sicólogo. Miriam acudió a una cita con el especialista, quien se limitó a recomendar que “me acoplara al sistema… Como están las cosas te tienes que aguantar”. No regresó más y siguió aguantando.
Las anomalías continuaron y el 20 de septiembre Gorbea envió un oficio a Marcela González de Cossío, directora de Educación en Salud de la Secretaría de Salud (SSa), en el cual le informó de la baja de Miriam Cossette del Inper. Un día antes, el doctor Norberto Reyes Paredes, jefe de Especialidades Médicas, dirigió un oficio a la misma funcionaria para notificarle del término del semestre de la alumna y que no existe ningún inconveniente para que continúe su formación en otra sede hospitalaria por así convenir a la doctora López Romero
.
Miriam también tiene un documento firmado por varias enfermeras –del cual La Jornada posee copia– en el que dan fe del buen desempeño de la doctora, de su compromiso y dedicación a los pacientes e incluso de los castigos injustificados que le impuso el doctor Serrano.
De nada sirvió. La doctora López Romero fue dada de baja del Inper y González de Cossío la sacó también del sistema nacional de residencias, por lo que si quiere continuar su formación de especialista tendrá que concursar nuevamente en el ENARM el próximo año. El de 2011 ya se realizó en septiembre.
En entrevista sobre este caso, Maki Esther Ortíz Domínguez, subsecretaria de Integración y Desarrollo del sector salud de la Ssa, dijo, con base en información que le proporcionaron, que la decisión de la baja de Miriam Cossette la tomó un cuerpo colegiado de 10 médicos del Inper.
De la revisión de su expediente, dijo, se encontraron los reportes por llegar tarde, supuestas quejas de pacientes por maltrato, el diagnóstico de síndrome de agotamiento emitido por el sicólogo, los tres exámenes de quirófano reprobados, problemas de indisciplina, entre otros.
Efectivamente, dice Miriam, estaba cansada por los dobles turnos, las guardias nocturnas y de fines de semana. Ahora piensa que cometió un error: no denunciar desde el principio el hostigamiento de que era víctima. Nunca se lo dijo a las autoridades del Inper
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