Martes 13 de septiembre de 2011, p. 39
Canadá, 12 de septiembre. Hace cuatro décadas, una simple llamada telefónica que alertaba sobre aparición de nutrias marinas muertas en las costas de Alaska dio origen a la organización ambientalista Greenpeace.
Irving Stowe y su esposa Dorothy se indignaron tanto por la noticia que, desde su casa en Vancouver, en la costa oeste de Canadá, convocaron a crear el grupo No Hagan Olas. Su hija Barbara recordó los inicios de esa asociación, la cual floreció y se convirtió en la organización ambientalista internacional Greenpeace, que este jueves celebra su 40 aniversario.
Barbara Stowe relató que su padre había oído sobre las nutrias marinas que aparecían muertas, con los tímpanos rotos tras las pruebas nucleares de Estados Unidos en la isla de Amchitka, Alaska.
Con un grupo de activistas, los Stowe –cuáqueros y pacifistas que se habían ido de Estados Unidos durante la guerra de Vietnam– formaron No Hagan Olas, cuyo nombre aludía a la preocupación de que las explosiones provocaran un tsunami, y anunciaron un plan de enviar un barco a Amchitka para dar testimonio de las pruebas nucleares.
Pronto, de todo Canadá y del mundo entero la gente enviaba dinero, de dos en dos dólares
, dijo Stowe. Un barco, al que llamaron Greenpeace, partió de Vancouver en septiembre de 1971.
Aunque la Guardia Costera de Estados Unidos detuvo la nave antes de llegar a Amchitka, la iniciativa ayudó a crear conciencia global sobre las explosiones nucleares, las cuales fueron canceladas al año siguiente.
No Hagan Olas cambió su nombre a Greenpeace, y en pocos años superó las fronteras. Hoy, la sede central internacional está en Ámsterdam y tiene oficinas en decenas de países.
Hacia la década los 60, Vancouver era conocido por su población multicultural y por ser refugio de estadunidenses desertores y de hippies contraculturales.
En cualquier otra parte, Greenpeace no podría haber haber despegado, declaró uno de los fundadores, Rex Weyler. Me acuerdo de las comunidades japonesas y chinas de entonces
, dijo. “Había un movimiento internacional de la juventud; comunidades budistas, hindúes; jóvenes hippies; gente del movimiento Back-to-the-Landers (ocupantes de tierras que cultivaban para autoabastecerse), y una comunidad ecológica.”
Según él, la idea era desarrollar un verdadero sentido de la ecología
en un momento en que había movimientos por los derechos civiles, las mujeres y la paz.
Greenpeace ha tenido una trayectoria tumultuosa, y en años recientes fue duramente criticada por algunas acciones provocativas en su primera campaña para detener la caza de focas y por enfrentarse en altamar con barcos balleneros japoneses.
La organización ha conservado su fiero sentido de independencia, valiéndose sólo de donaciones personales, en lugar de aportes gubernamentales y financiamiento corporativo. Está firmemente comprometida con la rigurosidad científica; eso le ha valido elogios.
“Mi impresión es que Greenpeace sigue siendo una de las organizaciones ecologistas más poderosas y respetadas, y los habitantes de Vancouver –que saben que surgió aquí– están orgullosos de eso”, dijo el científico William Rees, profesor de la Universidad de Columbia Británica y uno de los inventores de a la huella ecológica, herramienta para medir el impacto ambiental
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