Turistas reciben tortillas con queso o frijoles en atención a su visita
Sábado 23 de abril de 2011, p. 20
Tepic, Nayarit, 22 de abril. Diez de la mañana del Viernes Santo y los borrados
(jóvenes de la etnia cora) llevan 26 horas bailando, sin dormir, sin tomar agua ni comer. Se auxilian para renovar la pintura negra que cubre sus cuerpos, pues el sudor del baile ha logrado deslavar parte de sus piernas, espalda y pecho.
Las mujeres pasan en silencio con su ropa habitual multicolor e ingresan al centro ceremonial hecho de ladrillo y barro rojo. El techo es de palma y dentro de éste un pequeño recinto sagrado. Hace calor. Parece no haber nadie, a pesar de que varias personas ingresaron. En una estrecha banca situada en los alrededores de la localidad de El Caligüey permanecen inmóviles esperando al guía.
Rutilio Benítez aparece con la vara de mando y comienza la ceremonia. Cantan alabanzas, bajan un enorme Cristo de su lugar habitual y lo recuestan en el piso donde ya pusieron una cama de hojas de plátano. Luego, cubren en su totalidad al crucificado con otras hojas y guardan silencio. Salen sigilosamente del recinto religioso. Cristo ha muerto.
Silencio absoluto en la comunidad cora: nadie habla, nadie baila, los niños desaparecen, la vigilancia se renueva ahora afuera del centro ceremonial. Pocos pueden entrar, sus rostros están afligidos, tristes y ausentes.
Sin el menor ruido, continúan preparando el tejuino –mezcla de maíz fermentado con piloncillo–, el cual es enterrado en enormes hoyos para cocerlo para que tenga mejor sabor, aunque faltan menos de 24 horas para que comience a ser distribuido entre los habitantes. Se servirá en jícaras, algunas pintadas a mano, otras color miel.
En este lugar varios visitantes admiran los usos y costumbres de los coras. Algunos llevaron frutas para cooperar con la comunidad, el guía o marakame agradece en voz baja la presencia de todos y dice que la velación del Cristo y el Sábado de Gloria son sólo para ellos.
Anuncia que para el Domingo de Resurrección, habrá bailes tradicionales, pues el ayuntamiento de Tepic se comprometió a llevar turistas nacionales y extranjeros para que disfruten sus danzas y costumbres.
Los jóvenes borrados
se sientan a esperar para que transcurran las horas y poder comer y beber agua. Sólo faltan unas horas para que puedan dormir también; si se adelantan –dicen– podrían pagar muy caro su falta de resistencia para llevar a buen fin las tradiciones que heredaron de sus ancestros desde hace cientos de años.
El domingo al amanecer lavarán sus cuerpos con agua que según la creencia, se llevará sus pecados. Después vendrá la comida y la quema del Judas, que simboliza la traición y el mal.
Los coras siguen bailando y a un centenar de visitantes se les ofrecen tortillas de maíz morado con queso o frijoles, como señal de agradecimiento por la visita. Los coras están convencidos que a pesar de la civilización que los rodea, demuestran que sus tradiciones no morirán en mucho tiempo
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