Leonardo Bastida Aguilar
“No se vale esperar la justicia divina”, exclamó María Antonia Márquez Jiménez, ante el procurador de justicia del estado de México, Alfredo Castillo Cervantes, durante una sesión de trabajo con la Comisión Especial del Feminicidio de la Cámara de Diputados.
El 12 de febrero de 2004, su hija Nadia fue asesinada por su esposo, Bernardo García Martínez, y su cuñado, Isidro López Gutiérrez en su domicilio ubicado en Santa María Tianguistengo, Cuautitlán Izcalli, estado de México. Aquella tarde, los testigos presenciales fueron los hijos de Nadia quienes indicaron a las autoridades que su papá y su tío golpearon a su mamá.
Sin embargo, Márquez Jiménez, desde un principio señaló la existencia de irregularidades en los procesos de investigación, ya que los peritos olvidaron llevarse la soga con la que fue cometido el crimen. Además, la camisa sangrada del cónyuge de Nadia en la que quedó plasmada la mano de la víctima fue desaparecida.
En la agencia del ministerio público local, al cadáver de Nadia no se le realizó la prueba del raspado de uñas. María Antonia agregó que en la averiguación previa se determinó que su hija tenía sólo tres horas de muerta cuando en realidad tenía más de 10 de haber dejado de existir.
María Antonia recuerda que esa tarde la recámara de Nadia estaba desordenada. Era evidente que había ocurrido una pelea pero cuando llegó el ministerio público este sólo escribió una nota al respecto y no tomó fotografías.
El cadáver de Nadia estaba en el baño con una soga en el cuello e hincada. El dictamen final: Suicidio por padecer violencia intrafamiliar y depresión. El texto indicaba que las huellas de violencia en sus dedos y boca fueron ocasionados en días anteriores.
A partir de este momento María Antonia decidió interpelar la decisión. La procuraduría le indicó que ella misma podía presentar resultados de pruebas realizados aparte. Al presentarlas le indicaron que eran correctas pero que tenían que tomar en cuenta ambas investigaciones.
En un principio logró que Isidro López Gutiérrez se entregara a las autoridades pero lo hizo acompañado de 14 personas que aseguraron haberlo visto en una reunión por lo que poco tiempo después salió libre y se amparó para poder estar prófugo al igual que su hermano Bernardo.
Por el momento, María Antonia cuida a sus tres nietos y espera desde enero de 2009 que se reabra el caso y se consigne a los funcionarios responsables debido a las negligencias periciales ocurridas durante la investigación. Con un dejo de preocupación en su rostro y voz entrecortada asegura que no tiene nada que perder por lo que recurrirá a cualquier instancia posible para que haya justicia en el caso de Nadia.
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