Hay un concepto que prácticamente todas las religiones del mundo toman como eje en su sistema de creencias: la compasión, esa maravillosa cualidad del ser humano que hace de la solidaridad, la comprensión y la empatía las herramientas para ser mejores seres humanos.
Cuando escucho o leo la forma en que Norberto Rivera se expresa de la comunidad lésbico gay, pienso en lo que sentirán los padres y las madres de quienes tienen hijos homosexuales y que se desarrollaron y crecieron en la religión católica, y entonces me surgen varias preguntas para este señor que se ostenta como vicario de Cristo
(recordar que vicario quiere decir sustituto):
¿Es propio de un buen cristiano despreciar, juzgar y discriminar a otro ser humano por tener diferente orientación sexual?
¿El llamar vehículos del mal
o agentes del maligno
, a los asambleístas que aprobaron la ley que regula el matrimonio entre homosexuales y su consiguiente derecho a adoptar, es propio de quien se dice portador de las enseñanzas de amor de Jesucristo, es digno de quien presuntuosamente se asume como sustituto de Jesús?
¿El utilizar epítetos como abominable
, aberración humana
, etcétera, para referirse a otro ser humano, es parte de la caridad cristiana que predican los obispos y cardenales católicos?
Los clérigos de las diferentes confesiones que presuntuosamente defienden
la familia, y que con su actitud lastiman a las y los homosexuales, ¿ya pensaron que la comunidad gay tienen padres, hermanos, sobrinos, primos, e incluso hijos, y que con su supuesta defensa de la familia están, precisamente, atentando contra ella?, o ¿pensarán que los homosexuales nacieron en alguna incubadora?
¿Sabrán los señores Rivera, Sandoval o Cepeda que con su propia lógica axiológica, se les podría juzgar de antinaturales aberrantes
por su condición de célibes?
Manuel Deffis Ramos
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