En México no se previene ni se concientiza sobre la trata de mujeres, acusa víctima
Es necesario hablar de los errores y demostrar a la gente que se puede recuperar la dignidad, dice
Sanjuana Martínez
Periódico La Jornada
Domingo 27 de octubre de 2013, p. 17
Domingo 27 de octubre de 2013, p. 17
Marcela Loaiza fue víctima de trata con fines de explotación sexual por la mafia yacuza en Japón durante 18 meses. Logró escapar y volvió a su natal Colombia e intentó rehacer su vida, pero se topó con las puertas cerradas del mundo laboral: “Llego un momento que me dije ‘yo nací para ser prostituta’. Y eso tendré que hacer, porque mi hija tiene que comer y tengo que salir adelante”.
Ninguna organización ni dependencia la ayudó a reintegrarse a la vida productiva, y fue cuando cayó en el mundo del
prepago, una modalidad de prostitución en Colombia.
Cometí errores, caí en la prostitución como opción propia. Sin justificar mis actos, pienso que es una secuencia de actos que te llevan a tomar las decisiones equivocadas. Por eso muestro mis errores, para demostrar que se puede salir adelante, que se puede salir del pantano.
El logotipo de la fundación que creó hace dos años para ayudar a reintegrarse a las mujeres víctimas de trata es una flor de loto saliendo de un pantano. Ahora viaja por el mundo con el propósito de vincular aliados para permitir a las víctimas oportunidades de sanación por el camino del trabajo y la formación laboral.
La realidad
Marcela Loaiza estuvo en México para ofrecer su testimonio. La reunión de trabajo fue convocada por el Instituto para las Mujeres en la Migración, AC, como miembro del Observatorio Latinoamericano sobre Trata y Tráfico de Personas, Capítulo México, el Colectivo contra la Trata de Personas México, la Coalición para la Abolición de la Esclavitud y la Trata de Personas, y la Red de Sobrevivientes. Sin embargo, descubrió una triste realidad:
“Me queda claro que no es prioridad para México combatir la trata de mujeres. Me di cuenta de todas las necesidades que tienen las organizaciones. Y pasa lo mismo en Colombia, donde me he entrevistado con ministros y funcionarios, y me lo dicen:
Qué pena, pero la trata no es una prioridad para nuestro gobierno.
En México, donde cada año son secuestradas más de 20 mil mujeres con fines de explotación sexual y laboral,
no se está previniendo ni concientizando sobre este delito, según dice, y las acciones se centran únicamente en el rescate de víctimas, pero no en la persecución debida de los tratantes de mujeres, ni mucho menos en el trabajo de reintegración laboral para las víctimas.
Autora de los libros Atrapada por la mafia yakuza y Lo que fui y lo que soy, editados por Planeta, Loaiza decidió dar la cara y contar su historia completa sin omitir las partes más terribles que vivió bajo el dominio de la mafia internacional de explotación sexual.
Tampoco estaba dispuesta a rescribir su biografía con un propósito mercadotécnico, por eso contó cómo después de ser víctima de trata en Japón se vio en la necesidad de ejercer la prostitución en su país natal: “amistades, familia o seguidores me aconsejaron no contar esa parte, me decían que si lo narraba iban a pensar que me seguía gustando. Ese es el error de todo mundo. La gente tiene que entender y saber cuáles son las secuelas, las consecuencias de todo lo que se vive antes y después de la trata. Hay que mostrar la realidad.
Marcela Loaiza, defensora de víctimas de trataFoto Sanjuana Martínez
“Si yo decidí hacer pública mi historia –agrega–, hagámoslo con toda dignidad y hagamos las cosas al derecho. Yo, contra viento y marea, lo estoy haciendo, sin tapujos, sin mentiras y sin rodeos; sólo con la verdad”.
A pesar de todo, Marcela Loaiza pudo rehacer su vida, se casó y tiene tres hijas. Vive en Nevada, donde su esposo la apoya económicamente con los gastos de la fundación, aunque no toda su familia comprende su lucha.
Hoy por hoy, mi madre no es capaz de hablar de la trata de personas. Mi mamá siente aún vergüenza de lo que yo viví. Cuando me acompaña a entrevistas, se queda atrás, porque dice que no entiende la lucha. Me dice que la gente me trata muy mal y ella no sabe cómo aguanto. Mi propia madre me dice que no tiene mi fortaleza para aguantar.
Hace poco un periodista le dijo que las trabajadoras sexuales se dedicaban a eso porque les gustaba:
si usted cree que de verdad me gustaba la prostitución, si cree que yo estoy sentada aquí porque quiero promocionarme, le hago una pregunta: ¿por qué los hombres pagan por sexo? ¿Por qué me señalan a mí y no a los hombres que pagan por el sexo? Que tire la piedra el que esté libre de pecado. ¿O acaso tú nunca has pagado por sexo?Y el comunicador se quedó callado”.
Actualmente trabaja en zonas fronterizas entre México y Estados Unidos, para advertir a mujeres migrantes y conseguir sobrevivientes de trata para que se conviertan en líderes. Sin embargo, dice que se ha topado con el desinterés de los gobiernos.
Según su experiencia, la trata no esta siendo debidamente atendida, y dice que la
persecución es mediocree inadecuada.
Cuando las víctimas de trata denuncian, el mismo Ministerio Público las ataca; ellas desde un principio se sienten atacadas y dejan de seguir el proceso. Por eso los casos se pierden.
Marcela Loaiza hace un balance de su vida, de los momentos más difíciles vividos durante su cautiverio, y le brillan los ojos al exponer un mensaje de esperanza:
lo que viví en Japón es un tatuaje en el alma que me quedará marcado para siempre. Aprendí que no puedo mirar atrás, sino hacia delante. Trato de no pensar en ese dolor y esas heridas. Simpre quedan secuelas. Pero volví a recuperar mi vida con mi esposo, que ha sido el mentor de esa mujer que estaba en mil pedacitos y que él la volvió a restaurar. Él ha sido mi fortaleza. Ver crecer a mis hijas y darme cuenta que las nuevas generaciones tienen que saber la verdad. Se necesita que las víctimas de trata estén dispuestas a enseñar sus errores y demostrar a la gente que se puede recuperar la dignidad
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