Guillermo Montalvo Fuentes
Isaac Gómez. Foto: Facebook
México DF, septiembre 03 de 2012.
Nació biológicamente niña pero desde temprana edad rechazó la ropa femenina: moñitos, florecitas, vestidos. Tampoco le gustaba usar el cabello largo y constantemente se cambiaba el nombre; negaba ser Marifer para presentarse algunos días como Nicolás, otros como Jeffrey. Hoy es Isaac, un joven de 18 años, transexual.
De ascendencia mexicana, Isaac Gómez nació en San Diego, California, Estados Unidos, donde reside actualmente con su familia. Desde pequeño todos sus amigos fueron hombres. Nunca lo molestaron en la escuela por su comportamiento masculino; tampoco recibió la imposición de divertirse con juguetes de niña, pues en su casa siempre lo dejaron ser feliz a su manera.
Mónica Ruíz, madre de Isaac, afirma que para ella y para su esposo, el comportamiento de su entonces hija nunca representó un problema; fue una situación que resolvieron fácilmente: con apoyo incondicional.
“Parece ser un tema muy complicado cuando es tan sencillo: ¿la niña te está pidiendo un pantalón en lugar de un vestido?, ¡déjala que se ponga un pantalón! ¿el niño te está pidiendo jugar con muñecas?, ¡déjalo que juegue con muñecas! Estamos hablando solamente de ropa, de conductas, de una presentación social; el que los niños sean menores no nos da el derecho a los padres de no respetarlos tal y como son”, asegura Mónica.
Si bien toda su infancia la vivió como un varón, fue hasta que cumplió 12 años cuando Isaac habló por primera vez con sus padres de su condición transgénero, orillado por la angustia que le provocaba darse cuenta de que cada vez se alejaba más de lo que realmente quería ser: un hombre al que la pubertad estaba convirtiendo en mujer.
“No me gustaba mirarme al espejo, pues todo lo que veía era un cuerpo que no sentía mío, estaba en el cuerpo equivocado; fue una etapa muy difícil, hasta que comencé con mi transición”, recuerda Isaac.
Lo primero fue la terapia psiquiátrica para recibir una constancia que avalara su incomodidad con su identidad de género; a los 13 años llegó el tratamiento hormonal y a los 14 se practicó una doble masectomía, seguida de un procedimiento legal para cambiar su nombre y su género en una nueva acta de nacimiento.
De acuerdo con Enrique Gaspar Barba, miembro de la Asociación Psiquiátrica Mexicana, la disforia de género se presenta en hombres y mujeres, desde la infancia o en la edad adulta, quienes experimentan una molestia con el sexo asignado; cuando no se sienten identificados con el sexo que les corresponde biológicamente.
“En cualquier caso, y sobre todo en la infancia, hay que entender que el problema no es de los niños, es del entorno, principalmente de los padres; para los niños no existen terapias específicas o tratamientos médicos; lo que sí requiere una evaluación es la reacción que la familia tiene ante esta situación”, asegura el especialista.
“Que no cunda el pánico”, es lo que recomienda Gaspar a los padres y madres de familia, pues según algunos estudios realizados en la materia, sólo 10 por ciento de los niños y niñas con disforia de género continúan con esa incomodidad hacia su sexo biológico en la edad adulta; en el resto de los casos llega a desaparecer, es algo transitorio. “Sin embargo, de persistir la disforia, es importante concentrarnos en la respuesta familiar, ahí es donde se debe trabajar”.
Cabe señalar que recientemente la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) dio a conocer algunas modificaciones en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Desordenes Mentales (DSM) con respecto al trastorno de identidad de género, las cuales estarán incluidas en la quinta edición de este documento, a publicarse probablemente el próximo año.
Estos cambios consisten en renombrar al trastorno de identidad de género para llamarlo simplemenete disforia de género, además de que ahora ya no estaría incluido en el mismo apartado que los trastornos sexuales y parafilias.
Por su parte, Luis Perelman, presidente de la Federación Mexicana de Salud Sexual y Sexología (Femess), está convencido de que la identidad de género se comienza a formar desde la infancia, por lo que exhorta a los padres de familia para que entiendan y acompañen a sus hijos e hijas en este proceso, sea cual sea esa identidad.
“Hablar de niños trans causa un poco de terror, pues inmediatamente se asocia con el cambio de sexo, lo cual, en un niño, no existe. Antes de los 12 años lo que hacen los niños es vivir el rol, las hormonas y las cirugías ya vienen después. Lo importante es que los niños reciban el acompañamiento de sus padres”, señala el terapeuta, quien forma parte de la Asociación Internacional de Familias por la Diversidad Sexual.
A sus 18 años, Isaac está por entrar a la universidad; quiere estudiar Ciencias Políticas. Está convencido de que “es más fácil cambiar un cuerpo que una mente”; por eso decidió hacer público su caso, para compartir su experiencia con otros niños y otras niñas que estén pasando por lo mismo que pasó él.
Mónica Núñez también coincide en que el caso de su hijo es una de historia de éxito: “No es que Estados Unidos sea el cielo de los transexuales; allá también hay mucho estigma en contra de esta población. Supongo que sí fue mucho más fácil para Isaac y para nosotros como familia, a diferencia de si nos hubiéramos encontrado en México, pero creo que todo el cambio empieza en la familia; cuando un niño o una niña transexual tiene el apoyo de su familia, es más probable que las cosas sean más fáciles para él o para ella, así esté en México, Estados Unidos o China”.
Por tal motivo, y para brindar un mayor apoyo a su hijo, Mónica y su esposo decidieron contribuir a la formación de PFLAG (Parents, Families and Friends of Lesbians and Gays), un grupo que funciona como un espacio de apoyo para familias en las que alguno de los miembros es homosexual, lesbiana, bisexual o transexual, el cual tiene presencia sobre todo en San Diego, California.
“Cómo padres tenemos el poder de cambiar el mundo, tal vez no podemos cambiarlo en general, pero sí podemos cambiar el mundo de nuestros hijos y nuestras hijas. No es justo sacrificar a un niño para que la sociedad esté cómoda, para que los adultos estemos bien”, concluye Mónica.
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