Empacadoras, boleras y vendedoras de dulces son algunas de las labores que realizan
Lunes 20 de febrero de 2012, p. 41
La falta de oportunidades para conseguir trabajo formal ha orillado a cientos de mujeres adultas y de la tercera edad a autoemplearse para subsistir. Como aseadoras de calzado, empacadoras de alimentos, trabajadoras de la construcción o en la venta de dulces y cigarros, sólo por mencionar algunos, trabajan más de siete horas diarias para ganar sólo entre 100 y 200 pesos al día.
Algunas son madres solteras, otras viudas, divorciadas o separadas, a causa de la violencia intrafamiliar que sufrieron en sus hogares. Para poder comprar alimento, Guadalupe o la Abue, como le dicen quienes la reconocen por la calle, a sus 65 años recorre hasta altas horas de la noche antros y cantinas del Centro Histórico vendiendo dulces y cigarros.
Lamenta que hace tres años, tras morir su esposo, fue abandona por sus hijos en un asilo, del cual se salió pues nunca logró adaptarse; a veces te tratan mal, y además no estoy acostumbrada al encierro
, explica.
Asegura que con la venta de dulces apenas le alcanza para comer y pagar la renta de un pequeño cuarto comunitario ubicado en la colonia Merced. De los hijos... mejor ni hay que hablar
, dice mientras sus ojos comienzan a cubrirse de lágrimas.
Los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) revelan que en México residen poco más de 10 millones 100 mil adultos de más de 60 años, que representan 9 por ciento de la población total, de los cuales 12 por ciento viven solos y tres de cada 10 no cuentan con seguridad social.
Sin embargo, las estadísticas indican que del total de personas de 65 años en adelante, 21.4 por ciento presentan carencias por el acceso a la alimentación, y que en el año 2010, 3.5 millones de hombres y mujeres en el mismo nivel de edad se encuentran en pobreza multidimensional extrema
.
Patricia Hernández tiene 48 años y se dedica al aseo de zapatos. Aseguró que luego de varios intentos por conseguir empleo las empresas literalmente le cerraron las puertas. Las personas de mi edad sufrimos discriminación laboral, pues ninguna ley o autoridad nos protege para que las empresas nos contraten y sigamos trabajando
, comenta mientras atiende a un cliente en un pequeño puesto ambulante que coloca desde muy temprano cerca del Metro Pantitlán.
El oficio me lo enseñó mi esposo.Yo todavía no soy de la tercera edad, pero el envejecimiento es un proceso al que todos tarde o temprano estamos expuestos y en lugar de vivirlo con calidad es todo lo contrario... No hay empleos para nosotras ni los habrá, pero eso no impide que nos sintamos orgullosas y salgamos adelante por nuestra propia cuenta, abundó Patricia Hernández
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