lunes, 27 de febrero de 2012

Con la adopción de Hugo se crea la tercera familia homoparental en México

No basta querer tener un hijo, hay que demostrar solvencia moral, social y económica

Ángeles Cruz Martínez
Periódico La Jornada
Lunes 27 de febrero de 2012, p. 40

Con la adopción de Hugo se creó formal y legalmente la tercera familia homoparental en México, figura que aunque existe en los hechos, todavía tiene un largo camino por recorrer para que se incorpore a las estadísticas oficiales y se garantice el ejercicio de todos sus derechos, entre ellos, no ser víctimas de estigma y discriminación.

Hoy (lunes) concluye el proceso que durante los pasados cinco meses realizaron José y Gabriel para convertirse en los legítimos padres de Hugo. Acudirán al Registro Civil para obtener el acta de nacimiento del bebé, quien desde su nacimiento, en agosto, está bajo su cuidado.

Los acuerdos matrimoniales entre personas del mismo sexo dan cuenta de que en México no existe una sola forma de familia, sino diversas. Lo han sido siempre, pero ahora ya están reconocidas en la ley.

Unidos primero como sociedad de convivencia y luego en matrimonio civil para poder adoptar, José y Gabriel decidieron hace ya algunos años que querían un hijo. Pensábamos que tal vez por un procedimiento de inseminación artificial, pero no se dio. La siguiente opción fue adoptar y la oportunidad se presentó con una mujer que se embarazó, pero vive una situación muy compleja que le impide hacerse cargo del niño.

Al amparo de las reformas al Código Civil del Distrito Federal, vigentes a partir de diciembre de 2009, por las cuales se formalizaron los matrimonios homosexuales y la posibilidad de adopción, José y Gabriel se comunicaron con la señora, entonces con cinco meses de gestación y quien por su cuenta ya investigaba la forma de entregar a su hijo en alguna institución donde otra familia lo pudiera adoptar.

La encontramos por casualidad y antes de cualquier cosa, quisimos conocer las circunstancia en que se encontraba. Luego le platicamos de nuestro interés por tener al bebé.

Aunque la mujer estuvo de acuerdo desde el principio, convencida de que no podía ofrecer al pequeño lo necesario para vivir, la incertidumbre siempre estuvo con nosotros, porque si se arrepentía, lo cual habría sido razonable, nosotros debíamos entender y aceptar.

No fue así y al nacimiento de Hugo, José y Gabriel iniciaron los trámites con el apoyo del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) del Distrito Federal. Siguieron largas sesiones de entrevistas de especialistas a la señora y a la pareja, visitas a los domicilios particulares de cada uno, así como de sus familias. Todo para garantizar, siempre y en primer lugar, el interés primordial del menor.

Y es que no basta que una persona soltera, casada, heterosexual u homosexual diga que quiere un hijo. Debe demostrarlo con solvencia moral, económica y social. Eso fue lo que hicieron José y Gabriel. El DIF nunca habría autorizado la adopción si los sicólogos se hubieran percatado de que alguno de nosotros tiene algún problema emocional, por ejemplo, que pudiera poner en riesgo la integridad de Hugo, comentaron.

Con esa certeza, en enero la Procuraduría General de Justicia y el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal avalaron la adopción del menor.

El bebé, hoy de seis meses, se desarrolla y crece como cualquier otro de su edad. Come y duerme bien. No se ha enfermado más que de una gripita sin mayores complicaciones y sus papás están felices. Así lo reflejan en los cuidados que le dan y en el ambiente de armonía que predomina en su casa. Viven las contingencias de cualquier familia en una sociedad moderna, aunque con sus detalles.

Nos encontramos con que en restaurantes y lugares públicos, los cambiadores de pañal sólo están en los baños para mujeres, casi ninguno en los de los hombres, y no falta quien los mire con cierta extrañeza en la calle.

José y Gabriel quieren anticiparse. Por eso decidieron hacer pública la adopción de Hugo. Apuestan a un cambio cultural en las personas que les permita reconocer y aceptar que las familias son diversas y que los hijos de parejas homosexuales son tan sanos y normales como los descendientes de matrimonios heterosexuales.

No queremos que nuestro hijo vaya a enfrentar actos discriminatorios como los que en el siglo pasado vivieron los hijos de padres divorciados o madres solteras que hoy ya no sorprenden a nadie

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