Manuel Amador*
Foto: Gerardo Suárez López
La Marcha contra la Homofobia que se llevó a cabo el 13 de agosto pasado en esta ciudad surgió como respuesta pública ante el asesinato de Christian Iván Sánchez Venancio, activista gay integrante del Partido de la Revolución Democrática, crimen sucedido el 23 de junio del presente año.
Esta marcha fue convocada por los familiares del activista asesinado y activistas gays de la Ciudad de México, en un movimiento emergente convertido en protesta colectiva contra los crímenes de odio por homofobia en todo el país.
La marcha también se distinguió por la alta difusión en medios de comunicación, tanto en internet como en televisión y radio, dada la trascendencia del caso por tratarse de una figura pública de un partido político. Durante la manifestación participaron alrededor de 200 personas, según lo reportaron algunos medios impresos.
Como era de esperarse, marcharon representantes de diversos partidos políticos y en particular el PRD, pues se trataba de un integrante de este último. También participaron decenas de miembros de organizaciones afines a líderes y dirigentes del PRD.
Ante todo esto, cabe hacerse un importante cuestionamiento: ¿por qué si fue una marcha convocada por organizaciones LGBTTT a través de distintos medios y aunque estuvieron presentes algunas organizaciones civiles, fue notoria la ausencia de este sector de la población históricamente discriminado y quien más sufre y padece la homofobia?
En México, según la Comisión Ciudadana Contra Crímenes de Odio por Homofobia, asesinan a 9 personas homosexuales cada mes. Ante esta realidad de homofobia tan grave, ¿dónde estaba la comunidad LGBTTT asumiendo una postura frente a los crímenes homofóbicos que nos traza como sociedad pero que es de más preocupación para quienes integran a esta parte de la población?
¿Por qué en la marcha gay de junio pasado participaron más de 500 mil personas y en esta contra la homofobia sólo unas 200? ¿Acaso porque en la otra predomina la fiesta? Si es así, entonces esto llevaría a pensar que la llamada comunidad no ha asumido una postura clara mínima de defensa de sus derechos.
Ante esta realidad me surgen otras interrogantes: ¿una enorme mayoría de las personas de la llamada comunidad LGBTTT no asistieron porque se trató del integrante de un partido político? Si fue así, ¿qué capacidad de solidaridad están asumiendo ante la grave situación de asesinatos de integrantes de este sector de la población del cual son parte? ¿Dónde dejan la convicción ética mínima ante su condición como persona y pertenencia a un sector discriminado de la población?
¿Cuál es la cultura política y ciudadana de los gays en esta ciudad respecto a la defensa de sus derechos? ¿Cómo se han construido como ciudadanos homosexuales, es decir qué discurso han articulado los LGBTTT en lo que se refiere a la defensa de sus derechos fundamentales, como el derecho a la igualdad y la no discriminación? ¿Dónde está su postura transversal ante la homofobia, que traza las distintas esferas de la vida cotidiana? ¿Al momento de asumir el ser disidente sexual, cómo desempeñan ese papel en el ejercicio también de su ciudadanía? ¿Cómo se ha construido el ser disidente sexual en la Ciudad de México, es decir, tener una conciencia social y política desde la disidencia sexual, un catálogo mínimo de principios éticos por la defensa de los derechos humanos, con capacidad de respuesta solidaria mínima con los tuyos, capacidad de indignación ante los crímenes de odio por homofobia, capacidad para ejercer tu ciudadanía?
¿O será que es la homofobia la que invade una vez más el comportamiento de los LGBTTT y que esa misma homofobia queda como confort y mascarada al asumir una postura de silencio? ¿O tal vez esa omisión es parte del asumir una postura de clase, donde el estatus económico y lo que vende el mercado ha neutralizado y por consiguiente frivolizado el ser persona homosexual, es decir el asumir que “mi homosexualidad está legitimada por el mercado, el consumo, el status quo y el sentirse de clase aparente construida por el mismo consumismo”? ¿O será que el discurso conservador representado en la frase “se lo merecía por puto” ha permeado el pensar de los gays? ¿Será que el discurso de la llegada del matrimonio se ha percibido como el triunfo máximo posible en términos de igualdad y ha dejado de lado el gran problema social que está y se aglutina ante un escenario de violencia generalizada, en el cual la homofobia adquiere distintos rostros en los diversos contextos sociales y culturales?
¿Cómo pensar que la homofobia y la intolerancia no han trazado los mismas relaciones entre los LGBTTT, en una sociedad donde el racismo y el clasismo han imperado en la construcción de relaciones sociales y en las organizaciones ha permeado una cultura política de las divisiones y los intereses personales, económicos y políticos, donde los liderazgos carecen de capacidad para articular un frente común en la defensa de sus derechos plenos y contra la homofobia? Tal parece, en tal caso, que por lo mismo no se ha construido un discurso que pueda interpelar a las autoridades, un discurso mínimo para avanzar en lugar de descalificar y desmarcar los intereses personales ante los derechos de todo lo LGBTTT, en la búsqueda del cumplimiento de sus derechos.
Imaginemos una marcha contra los crímenes de odio con miles LGBTTT que marchan por la exigencia del esclarecimiento de dichos crímenes. Imaginemos una marcha de miles de personas gays frente a la Cámara de Diputados para exigir la etiquetación de presupuesto público para combatir la homofobia. Imaginemos los LGBTTT unidos para el cumplimiento de sus derechos fundamentales.
*Activista Gay promotor de Derechos Humanos, Maestro en Derechos Humanos y Democracia, por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Campus México.
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