Adriana Tapia
“El punto central no es qué hacen o por qué tales personas realizan estas prácticas, sino, por qué existe tal nivel de rechazo social hacia el trabajo sexual”, señaló Emilio Oziel Espronceda, al impartir la ponencia “¿Trabajo sexual o prostitución en México? Reflexiones teóricas para su análisis durante el V Encuentro sobre Disidencia Sexual e Identidades Sexuales y Genéricas.
En el evento, realizado ayer en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Espronceda Hernández dedicó su trabajo a Arturo Díaz Betancourt –activista contra el VIH y promotor de los derechos humanos recientemente fallecido-, ahí dijo que el trabajo es un elemento importante de identidad y que en temas de trabajo sexual, los postmodernos sostienen que se ha convertido en una lucha por la reivindicación de trabajadores y trabajadoras sexuales a partir de la caída del movimiento obrero.
Sostuvo que al caer el movimiento obrero, quedó restringido el concepto de trabajo tradicional que era prácticamente para las sociedades industriales, y se le comenzó a dar una mayor importancia a otros trabajos no clásicos, por ejemplo el trabajo sexual, mejor conocido como prostitución.
El pedagogo consideró que el trabajo sexual es una opción laboral muy importante para un sector considerable de personas.
Citó datos de la Red Mexicana de Trabajo Sexual para mencionar que aproximadamente 15 mil trabajadores y trabajadoras sexuales de siete estados de la República tienen presencia en calles, bares y casas de citas.
Argumentó que es importante reconocer el derecho de todas las personas a tener un trabajo. “No hay que confundir la naturaleza de un trabajo, mucho menos el de los servicios sexuales, bajo qué condiciones se realiza el trabajo sexual, dichas condiciones pueden ser el no consentimiento y la explotación”.
Emilio Oziel Espronceda dijo que cuando él habla de trabajo sexual en la calle, no sólo se refiere a mujeres, sino también a hombres, transexuales y diversos colectivos, quienes tienen derecho a experiencias sexuales comercializadas libremente.
Destacó la estrecha la estrecha relación del cliente con el trabajador o trabajadora sexual, “el cara a cara es condición necesaria para el proceso productivo, puesto que la voluntad de transformar toda actividad en beneficio económico está bien vista en el mundo desarrollado”.
No obstante, subrayó que este proceso de negociación pone en riesgo los trabajadores del sexo comercial, quienes en buena parte aún son víctima de violencia.
Puntualizó que los conceptos comercio sexual, prostitución, sexoservicio y trabajo sexual, no van en línea con el concepto de servidumbre, puesto que el trabajo sexual, se inserta dentro del sector servicio, es decir, “se brinda un servicio, no se remite tanto a la cuestión de servidumbre”.
A diferencia del trabajo sexual dijo que, la prostitución aún lleva una carga totalmente despectiva, mientras que el comercio sexual, “es la dimensión económica del fenómeno”.
Espronceda Hernández propuso reflexionar y ampliar el concepto de trabajo sexual, sobre todo, debatir sobre cómo funciona el estigma al interior de quienes lo realizan. Por último, dijo que estos debates pueden contribuir a que frases como “hijo de puta”, dejen de ser ofensivas para la mayoría de las personas.
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