Hermosillo, Son., 4 de junio. La mañana del 5 de junio de 2009, Manuel Rodríguez Amaya y Julio César Márquez estaban a punto de enfrentar un gran dolor que transformaría para siempre su existencia.
Ese día se levantaron como de costumbre; llevaron a sus hijos a la guardería ABC y se fueron a sus trabajos; por la tarde volvieron a la estancia infantil en medio de un tráfico que se hacía más lento, quizá porque en ese momento los bomberos y otros cuerpos de protección civil acudían a sofocar las llamas y a rescatar a los niños del incendio que acabó con sus pequeños Xiunelth y Yeyé.
A Manuel se le encuentra en la escalinata del museo de la Universidad de Sonora, punto donde concluyen cada una de las marchas realizadas desde junio de 2009 con posicionamientos, historias comentadas con altavoces y donde miles de ciudadanos lanzan un grito de justicia que hasta hoy nadie parece escuchar.
Estos dos años han sido muy difíciles. Una cosa que ha contado mucho es que mi cerebro ya se ha hecho a la idea de que voy a llegar a la casa y ya no voy a ver a mi hijo, que ya no lo voy a escuchar, pero eso no quiere decir que he mitigado el dolor, lo sigo extrañando, sigo amando muchísimo a mi hijo, es como vivir un eterno 5 de junio
dice Manuel Rodríguez, padre de Xiunelth Emmanuel.
Ataviado con una gorra negra y una camiseta alusiva al primer aniversario de la tragedia, Manuel piensa, come su raspado y, ahora que se da cuenta de muchos detalles sobre las medidas de seguridad que debe tener una estancia infantil, pero que ignoraba en 2009, dice sentirse culpable de no haber puesto más atención y no haber hecho más para proteger a su hijo.
Manuel Rodríguez revela que si no fuera por la presencia de otro de sus hijos, Edahí Octavio, lo más probable es que en estos momentos él ya no estuviera en esta lucha para que la tragedia no se repita y se haga justicia a las víctimas mortales y a los niños que resultaron heridos.
El dolor lo cambia todo
, dice Julio César Márquez Ortiz, padre de Yeyé, quien habla de cómo también su vida dio un giro total a raíz de aquel día, una fecha que tiene fuertes consecuencias en la vida de toda su familia, su esposa, sus otros hijos.
Entrevistado en la plaza Emiliana de Zubeldía, Márquez Ortiz expone que ese dolor se mitiga un poco sólo al saber que es un cambio muy grande el que están logrando los padres de las víctimas con el apoyo de la comunidad y destaca la necesidad de seguir contando con ese impulso.
Pide el cobijo de la ciudadanía para la marcha que se realizará en Mérida, Hermosillo y Ciudad de México este domingo por la tarde.
Es un cambio radical y total a nuestras vidas, como dar un giro de 180 grados, porque tienes planes de vida, tienes visualizado el futuro de tus hijos, de tu familia, luchas por darle ese futuro y en un minuto cambian todas las circunstancias
, dice Márquez con voz entrecortada, y aunque sus ojos se humedecen no llega al llanto.
Los hermanitos siguen sufriendo, siguen llorando a su hermano, ellos lo visualizan en el cielo, mi esposa (Esthela Báez) también ha pasado dos años terribles, su salud física y mental se ha visto minada terriblemente, al grado de que ha tenido que guardar reposo, ha tenido que ser internada en un hos- pital, a fin de recuperar la salud mental que perdió en estos hechos, termina
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