El cardenal Juan Sandoval Íñiguez es un intocable del poder. Lo demostró cuando fue citado por las autoridades judiciales luego de ser investigado por malversación de limosnas, lavado de dinero procedente del narcotráfico, evasión fiscal y enriquecimiento ilícito. En 2008 aseguró que nadie lo sentaría en el banquillo de los acusados y logró evadir a la justicia; no precisamente por tener buenos abogados, sino porque sabe que ninguna autoridad mexicana se atreverá a llevarlo a declarar con el apoyo de la fuerza pública, como se haría con cualquier ciudadano investigado por delitos graves.
Este hombre que fue candidato papal, ha sido investigado magistralmente por la colega Sanjuana Martínez, en el libro colectivo, Los Intocables (Ed. Planeta). La periodista lo describe jugando golf o nadando en su piscina techada en su palacete de Tlaquepaque, donde recibe a políticos, líderes sindicales y empresarios que buscan, no necesariamente su bendición sino sus buenos oficios en el tráfico de influencias y manejos del poder; porque para este purpurado homófobo, misógino y de moral cuestionable, la Iglesia y el Estado están fusionados gracias a un fino tejido de intereses económicos, políticos y de dogma religioso que le permiten a él y a sus más cercanos, cometer delitos, injuriar, abusar, mentir y corromper sin ser acaso tocados por el pétalo de una rosa de la Secretaría de Gobernación y la PGR.
Ante su falta de argumentos inteligentes para expresar su oposición a los matrimonios del mismo sexo y el derecho a la adopción que confirió la Corte, este sibarita multimillonario llamó “maricones” a los homosexuales, y acusó al jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard de haber “maiceado” o corrompido a las y los ministros. Ebrard le llevará a juicio. Ojalá. Necesitamos saber quién ampara a este hombre que en su ascenso económico tuvo una gran cercanía con los cárteles de Tijuana, Juárez y Sinaloa, como bien documentó el ex procurador Jorge Carpizo Mac Gregor.
Sandoval, que se horroriza ante la posibilidad de que se respeten la diversidad sexual y los derechos humanos de las mujeres, fundó y opera la Casa Alberione, en calle Pemex No. 3987, colonia Vistahermosa; Tlaquepaque Jalisco. En ella oculta a sacerdotes católicos que han abusado sexualmente de niños y adolescentes. Su falso programa terapéutico argumenta que, rezando y hablando, sana a los pederastas que han hecho sufrir a miles de mexicanos. Sanjuana describe cómo la Interpol le ha investigado, pero la policía de Jalisco y la PGR temen cuestionarlo siquiera.
Sandoval es, probablemente, uno de los grandes exponentes de la doble moral mexicana. Algunos testigos declararon que el cardenal pagó por su silencio en el caso Posadas. Tal vez por ello tiende a creer que si él puede cooptar a gobernadores piadosos, jueces y presidentes, cualquiera puede. Lo cierto es que Ebrard no estará solo en esta batalla.
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