Retraso en el diagnóstico y dilación en las citas le han impedido recibir atención, pese a su gravedad
Domingo 24 de enero de 2010, p. 29
Al principio era la sensación de algo
que le recorría el pecho. Después se le puso duro. Hoy, casi un año después, es una bola del tamaño de una pelota de golf que ya ha empezado a romper la piel
de Josefina. Esta mujer de 54 años tiene cáncer de mama bilateral en etapa avanzada, y aunque lo sabe desde noviembre, no empezará a recibir el tratamiento médico para controlarlo sino hasta que le toque su cita en el hospital Zaragoza del ISSSTE.
Ni los médicos del Instituto Nacional de Cancerología, los del Hospital General de México, ni los del ISSSTE hicieron caso a las molestias que durante 2009 refirió la paciente. Aunque en las mamografías que le practicaron en cada una de las instituciones los radiólogos encontraron anormalidades, los médicos tratantes determinaron que no era nada
y la mandaban de regreso a su casa, sin ningún tratamiento.
De hecho, en el ISSSTE su próxima cita para revisión
es en mayo de 2010. Aparentemente los diferentes especialistas que Josefina visitó no le dieron importancia a que en marzo de 2009 la paciente fue diagnosticada como portadora del VIH/sida en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER).
Josefina había llegado apenas unas semanas antes a este último instituto para acompañar a su esposo, quien estaba enfermo de neumonía. Ambos se enteraron ahí de su seropositividad al VIH. Después de varias semanas el hombre se repuso, empezó su tratamiento con antirretrovirales para controlar el virus y está bien.
Para su esposa la historia ha sido distinta. Por ser derechohabiente del ISSSTE, acudió a su unidad de medicina familiar y de ahí al hospital Morelos en Iztapalapa y luego al regional Zaragoza. Tenía cita con el infectólogo, especialista en el manejo del VIH, y en ginecología, para revisar lo que sólo era un malestar en el pecho.
En la clínica de sida, el doctor Bulmaro Manjarrez Téllez decidió, el 28 de abril de 2009, no iniciar la terapia antirretroviral sino hasta tener los resultados de los estudios clínicos y diagnóstico sobre el bocio que ya padecía, posible osteoporosis y tumoraciones en mamas
.
Como las molestias en sus pechos fueron cada vez más intensas, Josefina acudió al Hospital General de México, donde tampoco le encontraron nada de importancia
. En octubre, médicos del INER la volvieron a enviar a Cancerología para una nueva valoración. El 11 de noviembre de 2009 la conclusión del radiólogo señala la presencia de nódulos de aspecto probablemente benigno... sugiero correlacionar con factores de riesgo y mantener en vigilancia realizando control sonográfico en seis meses
.
Por esos mismos días, Josefina regresó al hospital Morelos del ISSSTE. Para entonces el tumor ya había crecido lo suficiente como para que la doctora la enviara de urgencia a Zaragoza, donde le practicaron una biopsia para confirmar la presencia del cáncer.
Entonces sí, le ordenaron la realización de una serie de estudios de laboratorio. Con base en esos resultados iniciaría el tratamiento de quimioterapia. La cita en este servicio se fijó para el 27 de enero de 2010.
Sin embargo, en los 15 días posteriores al diagnóstico, el tumor alcanzó el tamaño de una pelota de golf y empezó a abrir
la piel de Josefina. Con ayuda de un médico del hospital Zaragoza, al que identifica por su apellido, Méndez, la mujer pudo realizarse los estudios de laboratorio y tener los resultados en los primeros días de enero. Buscaba que me pudieran adelantar la cita de quimioterapia, pero la jefa del área dijo que ella no violaba las leyes y que me tenía que esperar hasta que me tocara
.
No ha sido todo lo que ha padecido Josefina. En la clínica de sida, el doctor Manjarrez le recetó su primer esquema de antirretrovirales a mediados de noviembre. Le dijo que tendría algunas molestias, pero nada más. La paciente toma 12 pastillas diarias que le provocan vómito, mareos y dolores de cabeza; sin embargo, no se lo ha podido comentar al médico porque lo verá hasta febrero.
Tratamos de decirle en diciembre, cuando fui a renovar la receta, pero ni siquiera nos dejó entrar al consultorio. En el pasillo recogió la receta vieja y me dio la nueva. No me escuchó, recordó Josefina con los ojos anegados de lágrimas
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